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Antonio Sempere

En pocas palabras

Antonio Sempere

Manolo Jiménez

El presidente de las Hogueras, Manolo Jiménez, pide un deseo en presencia del alcalde, Luis Barcala (PP). Pilar Cortés

No debe haber nada más hermoso que ser alcalde de tu pueblo. Pueblo o ciudad. No digamos presidir desde este cargo o desde la concejalía de Fiestas los días grandes con los que tantos te identificas. Por eso me acuerdo tanto de Manuel Jiménez que, a pesar de haber vivido esta pesadilla en 2020, todavía tendrá que frotarse los ojos para asumir que vuelve a ser real. Que llegado el mes de junio no ha habido encendido extraordinario, ni traslado de piezas a los distritos fogueriles, ni visitas a ver cómo discurrían las plantás de Especial. Y que la semana que viene vivirá hora a hora esa desagradable sensación de decir, ahora estaríamos en esto, ahora estaría pasando lo otro, ahora tendríamos que estar en el palco entregando los premios y ahora haciendo los honores a las comitivas que nos visitan de tales ciudades.

Cuando las fiestas se viven con tal intensidad, y la política se reduce a que las tuyas sean reconocidas como las mejores del mundo, sin más ambición que valga, el drama acaba ahí. El alivio para Jiménez es saber que a poco que los vientos jueguen a favor le pueden quedar muchas Hogueras en el balcón del Ayuntamiento. No como a otros tantos alcaldes y concejales, y esos sí dan pena, que el próximo año 2022 vivirán las últimas fiestas de su historia, después de haber vivido sólo las primeras. Y ello será así porque todas las que tengan lugar a partir del mes de mayo de 2023 ya se realizarán con la nueva Corporación Municipal salida de las urnas. Y ahí no hay milongas ni componendas. Quienes se colaron de rondón, saldrán también de rondón. Borren el color naranja y algún otro y comprobarán los cambios.

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