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Isabel Vicente

Cosas importantes

Andaban ayer en un programa de la tele polemizando sobre el plantón del Govern catalán a Pedro Sánchez en el acto en el que el presidente anunció la concesión de los indultos a los presos independentistas y, como unas cosas llevan a otras, los tertulianos se pasaron otro buen rato dándole vueltas a la ausencia del Gobierno en la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid del sábado. Que si Ayuso no invitó a Sánchez, que si sí le invitó, que si no lo hizo bien, que si es hacer un feo en Madrid, que si es una bofetada en Barcelona... En fin, me pasé a los Simpson que, como espectáculo, me interesa más.

Resulta bastante alucinante que, con la que tenemos encima, nos paremos en estos numeritos y pasemos de puntillas sobre lo que la presidenta de Madrid quiere hacer en su nuevo mandato o lo que espera Sánchez de su magnanimidad, pero, claro, estamos demasiado acostumbrados a milongas como para tomarnos en serio los discursos de los políticos y no quedarnos con los desplantes y los gestos teatrales. En la boda de un primo mío pasó lo mismo; nadie oyó las promesas que se intercambiaron los novios en el altar, pero la bronca de mi tía con su consuegro aún se recuerda en las cenas familiares de Nochebuena. Y de aquello hace ya una década. Eso sí, de mi tía no depende superar una pandemia, ni ver qué hacemos con el aumento de contagios entre los jóvenes, ni analizar si los brazos abiertos a los ingleses para que el Turismo no se vaya a pique puede aumentar la incidencia de la cepa delta, ni mantener el sistema sanitario público en condiciones, ni decidir cuándo se vacuna a los más jóvenes, ni adoptar medidas para reactivar la economía, ni reducir el paro... Así que en mi familia podemos dedicarnos a tirarnos los tratos a la cabeza pero es imperdonable que lo hagan los que nos gobiernan.

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