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Fernando Ull

El ojo crítico

Fernando Ull Barbat

En un lugar de España

Pedro Sánchez INFORMACIÓN

En memoria de mi abuelo y de mi padre,

socialistas que lucharon por la libertad

y la democracia.

Una de las numerosas mentiras que se inventaron sobre el PSOE en los años inmediatamente posteriores al regreso de la democracia a España fue que el socialismo español, durante los casi cuarenta años que duró la dictadura, estuvo poco menos que desaparecido a la espera de años más propicios y tranquilos para ejercer la actividad política, mientras que el PCE fue la principal fuerza opositora al franquismo. A propagar esta falsedad contribuyeron en su momento los historiadores oficiales del franquismo y en los últimos años todo ese grupo de ensayistas y seudo historiadores que desde posiciones cercanas al revisionismo se empeñan en asegurar que los socialistas apenas tuvieron importancia en la lucha antifranquista o que gracias a la Ley de Memoria Histórica quieren ganar ahora la guerra que perdieron hace 80 años.

Para acallar de manera definitiva estas voces interesadas en anular la acción fundamental que tuvo el socialismo español en la recuperación de las libertades en España, Gutmaro Gómez Bravo, profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid, acaba de publicar Hombres sin nombre. La reconstrucción del socialismo en la clandestinidad (1939-1970), en el que hace un exhaustivo estudio del largo viaje que tuvo que hacer el PSOE desde su casi desaparición física, después de la Guerra Civil, hasta los últimos meses del franquismo, cuando ya era posible entrever que el PSOE sería la opción de Gobierno más viable para España. Y para ello, y al contrario que los autores defensores del franquismo que basan sus argumentos en recortes de periódicos de la época, el profesor Gómez se ha sumergido en los más importantes archivos españoles y extranjeros con los que documentar cada afirmación y cada dato que recoge en su libro.

El autor pone su mirada, sobre todo, en esos miles de militantes de base cuyos nombres  permanecieron en el anonimato en la lucha por la democracia en España, que soportaron años de cárcel, horribles torturas, fueron ejecutados, se quedaron sin trabajo por su ideología y les robaron sus hijos. El PSOE fue el partido más votado en las elecciones de febrero de 1936 por lo que el bando franquista, durante la guerra, tuvo muy fácil iniciar su represión salvaje. Los alcaldes, concejales, miembros de diputaciones, gobernadores y los representantes socialistas eran detenidos y ejecutados en el mismo momento en que el bando sublevado ocupaba una nueva localidad. Los que quedaron vivos, después de la Guerra Civil, fueron encerrados en alguno de los 180 campos de concentración que había en España en abril de 1939 de donde salían para ser ejecutados después de un breve simulacro de juicio. El resto fueron convertidos en esclavos del franquismo para hacer obra pública, construir mamotretos como el mausoleo de Cuelgamuros o enriquecer a los empresarios de la zona cercana al campo de concentración como agradecimiento a su apoyo al golpe de Estado.

El Estado franquista, tras alcanzar el poder de una forma violenta, siguió ejerciendo el poder con extrema ferocidad utilizando la cárcel y los poderes públicos al servicio de su causa represiva. Se invirtieron ingentes cantidades de dinero en la creación de un Estado paralelo cuya única misión consistió en perseguir, torturar y castigar cualquier atisbo de reconstrucción del socialismo y de su sindicato UGT. Después de la guerra, el movimiento obrero, en palabras del autor, se encontraba literalmente aniquilado. Todos los cuadros políticos del partido y del sindicato habían sido fusilados. La base social de ambas formaciones fue ejecutada o encarcelada. Los pocos que quedaron vivos y libres no podían trabajar porque lo tenían prohibido.

Y en este erial un grupo de hombres y mujeres pretendieron revivir los ideales del socialismo democrático. Un partido que después de la guerra quedó dividido en dos durante años por la expulsión de Juan Negrín y por la existencia de una dirección en el exilio y otra en España. Pero a pesar de todas las dificultades, aunque la presión policial y judicial no cesó durante los casi cuarenta años de dictadura, unos miles de hombres y mujeres, que recordaban la libertad y la justicia social de la Segunda República, no cesaron en su empeño de volver a ver a una España democrática y libre del fascismo que asoló Europa. Desde la primera Comisión Ejecutiva de 1944 el socialismo en España hizo un largo camino plagado de dolor, represión y muchos años de cárcel. Pero gracias al sacrificio “ mantuvieron su presencia y su prestigio político, sobre todo a nivel local, pese a la criminalización sufrida”. La victoria de 1982 fue resultado del reconocimiento de esa lucha, de la persecución y de no rendirse ante el franquismo.

Amós Acero, alcalde de Vallecas durante la democracia republicana, fue ejecutado una madrugada de mayo de 1941. Su carta de despedida de su esposa e hijos terminó con estas palabras: “Si algún día mis restos pueden descansar en Vallecas llevadme a su cementerio y así estaré cerca de lo que tanto quiero”. Ochenta años después su cuerpo permanece en una fosa común del cementerio de la Almudena.

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