Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mercedes Gallego

OPINIÓN

Mercedes Gallego

Tal como éramos

Foto de una aglomeración captada por un vecino del Barrio. | INFORMACIÓN

Se nos ha cansado la boca de vaticinar que de esta pandemia íbamos a salir diferentes (mejores, llegamos a decir), que nuestros hábitos no serían los mismos después de tanto confinamiento, cierres perimetrales, toques de queda y demás restricciones y que las costumbres made in Spain se iban a europeizar tanto que no nos conocería ni la madre que nos parió.

Había agoreros que aventuraban que huiríamos del contacto físico como de la peste, que nunca más nos tocaríamos ni para pegarnos y que los besos cotizarían a la baja hasta desaparecer. Incluso se llegó a publicar que era el fin del sexo con desconocid@s. Es decir, el ocaso del aquí te pillo aquí te mato de antes, salvo para los precavid@s que anduvieran por la vida en posesión de una PCR reciente negativa, lo que no casa mucho con la idea de una noche loca. Y hasta yo, noctámbula convencida, ya me veía cenando antes de la caída del sol y yéndome a la cama cuando las gallinas.

Pues bien, apenas unos días después de que se haya dado libertad para cubrirnos o no boca y nariz en espacios abiertos, creo que estamos en disposición de afirmar que la única normalidad en la que somos capaces de movernos como pez en el agua es en la de siempre. Que a ella hemos vuelto con tantas ganas que parece que nunca existió otra y que la tan cacareada nueva normalidad no deja de ser un juego de palabras sin traslación real a nuestro día a día. No es que no me guste. No me malinterpreten. Fíjense que de todo esto solo me quedaría con que las mesas de los bares siguieran luciendo limpias como patenas. Pero los datos sobre nuevos contagios apuntan a que quizá aun no ha llegado el momento para lanzar las mascarillas al vuelo. Ni para eso ni para volver a ser, sin más, los mismos de antes.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats