Hace unos años, aquellos que no creían en el cambio climático manejaban como argumento que las víctimas mortales por frío que se producían anualmente en el mundo superaban ampliamente a los muertos por calor. Un argumento retorcido para justificar una actitud ya sin base científica, especialmente cuando hablamos de muertes por extremos atmosféricos. Desde que comenzó este siglo, las estadísticas han cambiado. Ese argumento ya no vale. Muere anualmente más gente por calor que por frío en el mundo. Así se puede comprobar en diferentes bases de datos que compilan las muertes por peligros atmosféricos en el mundo.

El año 2003 significó el inicio del cambio de tendencia, que se ha ido reforzando en estos años. Incluso en Rusia, China o en la India, donde los fríos resultan anualmente desastrosos a estos efectos, los muertos por calor superan ampliamente en las dos últimas décadas a las victimas por frío.

En la Unión Europea, donde las olas de frío de los años ochenta o noventa del pasado siglo traían consigo miles de víctimas en cada episodio, los muertos por calor multiplican ya por mucho a los fallecimientos por frío. Un reciente estudio del Joint Research Center de la Unión Europea sobre el impacto del calor en la salud, muestra como entre 1981 y 2016, murieron por calor 84.071 personas en Europa, mientras que las victimas mortales por frío fueron 3.980. Y la previsión de los escenarios de cambio climático indican una tendencia creciente muy preocupante de las victimas por calor en las próximas décadas, mientras se reducirían al mínimo las víctimas por frío. Los datos están ahí. Seguir acudiendo al argumento falaz de las victimas mortales por frío para quitar importancia al problema que supone el proceso actual de calentamiento climático resultaría anecdótico si no fuera un engaño y una falta de ética científica.