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Tico Medina

El teleadicto

Antonio Sempere

Tico Medina y la bonhomía

Me enfrenté el martes por la noche a Todo es verdad (Cuatro), la versión nocturna de Todo es mentira, y creo que he tenido suficiente dosis de televisión marrullera por esta temporada y la que viene. Cuánta afectación, y a pesar del colorín del decorado, las lentejuelas de la presentadora, y el despliegue verbal del presentador, cuánta grisura en los contenidos. El asunto era José Luis Moreno. Cuánta bajeza en el qué y en el cómo. Lo dicho. Televisión marrullera. Que ni forma ni informa ni entretiene.

Tico Medina, fallecido esta semana a los 86 años, hacía todo lo contrario. Practicaba una televisión amable. Tanto, que llegó a presentar en 1978 un programa, justo antes de la segunda edición del Telediario, titulado Las buenas noticias. Un formato repleto de positividad y bonhomía. Ojo, no nos extrañemos tanto, que 43 años después Aquí la tierra no deja de ser lo mismo, hecho con más medios, cantando a la naturaleza y en color. Yo recuerdo que era espectador de Las buenas noticias a mis 16 años, y que, por su acento y por su nombre, creía que Tico Medina era sudamericano. En aquellos tiempos, triunfaban en España presentadores latinos, como Raúl Matas, que desde Chile conquistó las tardes de TVE. Y Tico tenía querencia al programa 300 millones. Pero resulta que nació en un pueblo de Granada.

El programa Las buenas noticias no duró mucho, no porque fuera un fracaso, sino porque entonces, en unos tiempos en que no se medían las audiencias, quienes eran primeros espadas del periodismo tenían mucho trabajo, y saltaban de un proyecto a otro. Por cierto, no creo que Tico Medina soportara Todo es verdad ni Todo es mentira.

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