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Los ministros posan tras prometer sus cargos.

En vez de una simple remodelación de Gobierno, los cambios introducidos por Pedro Sánchez en su gabinete podrían considerarse una reparación de daños a costa de sus directos subordinados, o un intento de salvar la legislatura soltando una parte del lastre más pesado que la arrastra al hundimiento. Empezando por el cese de su Rasputín, que ayer decía que hay que saber parar cuando tan solo hace unas semanas se mostraba dispuesto a seguir al presidente hasta el final, incluso a arrojarse por él a un barranco si ello fuera necesario. Redondo ha dejado de ser “imprescindible” después del batacazo electoral de Madrid y la estrategia nefasta urdida en Murcia. Del sector Torrente, Ábalos y la vicepresidenta Calvo, apenas se puede decir nada que no sepan. El ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, hombre supuestamente de confianza de Sánchez, no volvió a asomar la cabeza desde el “affaire” de los vídeos con Delcy Rodríguez, la princesa del chavismo, en Barajas. Carmen Calvo, la vicepresidenta, dilapidó su escasa vitamina política en una lucha a brazo partido con la ministra de Igualdad; ahora es reemplazada como número dos por Nadia Calviño, que mantiene a su vez un enfrentamiento con otra vicepresidenta, la ministra de Trabajo.

No podía seguir al frente de Exteriores Arancha González Laya, que ha mostrado sobradamente su incompetencia en la crisis diplomática con Marruecos, la primera que le ha salido el paso. Tampoco era recomendable mantener en Educación a Celaá, la ministra probablemente más cuestionada, tras la aprobación de la Lomloe. El astronauta Duque se hallaba perdido en no sé qué galaxia lejana, igual que el ministro de Cultura, desaparecido. A ninguno se le echará de menos. Tras los indultos del procés también queda fuera el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo. Es como si Pedro Sánchez quisiese que nos olvidáramos de los hechos ahorrándonos a algunos de los protagonistas. El resto del circo parece ser no depende de él, sino de la segunda parte coligada. La crisis no afecta a todos.

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