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Patricia Carrillo Sevilla

Lo que falta es empleo digno

Un camarero cargado de platos en un chiringuito.

A lo largo de estas semanas hemos visto titulares de hosteleros de Almería, Murcia, Valencia, Alicante entre otras ciudades diciendo que ‘’faltan camareros’’ y, especialmente, personal cualificado. Pero cabría preguntarse si lo que faltan son condiciones laborales dignas, cumplimiento de los convenios, del estatuto de los trabajadores, sólo haría falta revisar las ofertas de trabajo que nos encontramos en las diferentes apps.

Dicen que el personal está ‘’cómodo’’ con los ERTE, ¿se puede estar cómodo con ERTE con los que no se llega a pagar las facturas pues las horas por las que cotizaban estos camareros y camareras no eran las reales? Y qué pasa con todo ese elevado porcentaje de trabajadoras y trabajadores de hostelería que han estado dentro de la economía sumergida que no han tenido acceso al ERTE. Con todo esto, la extrema temporalidad del sector ha hecho más sencillo que no se renovasen los precarios contratos temporales que incluir al personal en un ERTE.

Durante toda la pandemia se han escuchado los problemas de la patronal hostelera. Se viralizó el lema ‘’Salvemos la hostelería’’ pero para salvar hay que tener en cuenta quien la hace real, la camarera que trabaja largas jornadas laborales, esa camarera que de las diez horas que trabaja al día sólo cobra, en el mejor de los casos, ocho; esa camarera que no está segura de la hora a la que saldrá de trabajar y no puede conciliar con su vida personal, porque en hostelería “sabes cuando entras, pero no cuando sales’’; esa camarera que durante el verano como mucho, y con suerte, librará un día a la semana y no puede permitirse reclamar sus dos días consecutivos, porque la temporalidad que caracteriza a este sector impide que las trabajadoras levanten la voz en defensa de sus derechos, porque el salario depende de los tres meses de verano.

Otra cantinela es la de la cualificación del personal. Para una parte de la patronal, además de que no hay camareras o camareros, no hay profesionalidad o falta formación. Y lo dicen en un lugar en el que los CDT y las escuelas de hostelería tienen el máximo nivel. El problema sigue siendo la falta de reconocimiento por algunos empresarios de derechos básicos laborales: salario, convenio, grupo profesional, jornada,… Tenemos grandes profesionales con excelente formación que por las condiciones del sector se tienen que buscar otra forma de ganarse la vida.

Han hablado de salvar la hostelería, pero al sector había que salvarlo antes de la pandemia. Una parte del empresariado, no todo, es quien lo convierte en un sector precario, quien rentabiliza el recorte de derechos laborales. La pandemia ha provocado la adopción de medidas que han supuesto un frenazo a la economía; lo que no es aceptable es que algunas personas pretendan que, otra vez, sea la clase trabajadora la que pague los platos rotos. Si el negocio depende de salarios bajos y condiciones precarias, no es negocio, o, mejor dicho, en esos casos, el negocio no es la hostelería sino la explotación laboral.

Además, lo que debe reclamar el sector, además de empleo con derechos, es acabar con la competencia desleal que supone ese parte del empresariado que está muy cómodo con la economía sumergida y que suponen un daño importante a las empresas que sí tienen a su personal bien contratado y bajo el marco de un convenio colectivo. La patronal sí debería pronunciarse al respecto, a favor de los derechos laborales y del estado de derecho en un sector con un fraude laboral crónico. Un ejemplo: una camarera hablando de los cinco euros por hora de trabajo que le genera un sueldo “legal” de 200 euros a la semana, es decir, 800 euros al mes y “lo tomas o lo dejas”.

Buena parte del personal de hostelería está castigado desde antes de la pandemia. Se les ha masacrado con contratos parciales que no recogen la realidad de las horas trabajadas, se les ha dejado en manos de la economía sumergida; no nos puede extrañar que ahora se reivindiquen rechazando contratos precarios y que se les siga condenando a prestaciones y pensiones indignas. Una situación que se ha ido normalizando y, prácticamente, asumiendo: en Hostelería el empleo es precario (la propia reforma laboral de Rajoy legalizó algunas situaciones injustas). Tal vez es un buen momento para que toda la sociedad hagamos autocrítica como paso previo a la necesaria dignificación de las condiciones laborales del sector. Declaraciones como las que han provocado este escrito deberían ser una invitación a que Inspección de Trabajo visite estos establecimientos.

El personal de hostelería también necesita que se ‘’salve la hostelería’’ pero a base de inspecciones laborales, de cumplimiento del convenio, de recordad que en este sector se encuadra un gran porcentaje de mujeres y jóvenes, una juventud sin futuro por las condiciones precarias a las que se les condena. Una vez más la precariedad tiene rostro de mujer y joven.

Así que no, no ‘’faltan camareros’’, sobran titulares que culpen a la clase trabajadora por estar desempleada, faltan condiciones dignas.

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