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Francisco Javier Amérigo Moreno

Viviendo en regresión

Jeff Bezos rumbo al espacio.

La pandemia no ha hecho más que acentuar una tendencia que ya venía de antes. ¿Y el cambio climático?, ¿Y los millones de desplazados?, ¿Y los radicalismos? ¿Y el individualismo feroz?, ¿Y la forzada felicidad?, ¿Y la manipulación y falsedades vendidas como verdades?, ¿Y el todo vale con tal de tener mi minuto de gloria?, ¿Y la mediocridad general?, ¿Y la creciente censura?, etc.

Cuidado con reducir la evolución del ser humano a meras cifras porque pienso se corre el peligro de obviar muchos aspectos que no se pueden cuantificar con números.

Observando todo lo que está ocurriendo en estos tiempos tengo la impresión de que el mundo se está convirtiendo en un lugar cada día más hostil, inhóspito y sobre todo, estúpido.

Mientras seguimos contando muertos por Covid y millones de personas tratan de sobrevivir a duras penas como consecuencia de la crisis económica provocada por el bicho.

Mientras parte de EE. UU y Canadá se asfixia de calor, Siberia arde y Alemania y los Países Bajos se ahogan como resultado del calentamiento global.

Mientras vemos el avance de la extrema derecha en varios países poniendo en peligro los derechos y libertades que tanta sangre, sudor y lágrimas costó conquistar y lo que es peor, poniendo en peligro la propia democracia.

Mientras vemos crecer la crispación en las calles y el odio en las redes con resultados mortales.

Mientras todo parece ir a la deriva sin que nadie sepa cómo enderezar el timón y nos muerde la peor de las incertidumbres.

Mientras todo esto y más sucede, hemos de soportar idioteces como que un chef con delirios de grandeza se dedique a hacer hamburguesas con pan de oro y clientes aún más necios se las compren al precio de 5000€.

Que un futbolista y su mujer alardeen de utilizar todos los días su jet privado para ir al trabajo como quien coge el metro o el bus.

Que se construyan megayates horteras que reproducen ciudades enteras para solaz de unos pocos ricachones.

Y si no teníamos bastante, que los tres mosqueteros, Branson, Bezos y Musk, adorados por muchos como modelo de

emprendedores, no sólo nos vendan sus bonitas frases motivacionales, sino que ahora también nos vendan sus sueños infantiles en forma de viajes espaciales.

Para mí, escandaloso. Primero por el costo ambiental que ello supone, un precio demasiado elevado para que los niños interiores de estos señores puedan disfrutar de unos minutos de gravedad cero. Y segundo porque el reto al que se enfrenta el planeta debería interesar a los multimillonarios del mundo mucho más que superar el umbral del espacio y a mitigar sus efectos, se deberían dirigir sus esfuerzos y recursos. Y aún así seguirían siendo más ricos que la mayoría.

Todo esto es un disparate sin beneficios inmediatos para la sociedad y que sólo enriquece aún más al trío calavera.

Realizar los sueños infantiles está muy bien, pero también hay que madurar y saber cuándo dejarlos atrás. No se pueden llevar a cabo a cualquier precio material, ambiental y humano. Ello convierte el sueño de unos pocos en la pesadilla de otros muchos.

Dicen que la sociedad occidental está infantilizada, que sólo busca el beneficio individual sin querer asumir responsabilidad, esfuerzo o sacrificio alguno. Añadiría que ha entrado en una profunda decadencia y estamos abocados al fin de una etapa. Espero que lo que esté por venir sea mejor, pero albergo serias dudas y profundos temores.

Creo que, a diferencia de épocas, el ser humano ha evolucionado y mejorado, adquiriendo más conciencia en todos los sentidos y no digo que no lo haya hecho, pero sus actos no han ido paralelos. Y es que, en otros tiempos, lo que ocurría en un lugar sólo tenía repercusiones en ese lugar y ahora, con la globalización, nos afecta a todos. Y si focalizamos en el presente, estamos viviendo ahora en una regresión. Un momento en el que manda el gregarismo y la polarización, como a inicios del XX. Estar cerca del punto medio cuesta. Y aunque hay más enseñanza que nunca, estamos deteriorando la sustancia de la formación con leyes educativas deplorables entregadas a la ludificación integral. Eso redunda en una bajada del sentido crítico, del pensamiento individual y de la búsqueda de fundamentos, lo que ocasiona el esplendor de la copia y el reciclaje, y del 'comprar' ideas ajenas para asociarse a ellas en lugar de crear las propias. Es el imperio del marketing, caldo de cultivo ideal para líderes y salvadores. Pero aunque sea un periodo de cierto oscurantismo, cabe esperar que en unos años comencemos el renacimiento.

De momento, y por "problemas de agenda", renuncio a mi pasaje en estos viajes espaciales.

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