Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Aquel maldito verano del 21

Monte Arruit subida a la posición

Ni toda distancia es ausencia

ni todo silencio es olvido.

Daniel conmigo siempre.

Durante el verano del año 1921, el ejército español sufrió uno de los mayores reveses de su historia en el que sucumbió prácticamente toda la guarnición de la zona de Melilla, que tuvo que ser reforzada a toda prisa para evitar que la propia ciudad pudiera caer en manos de los rebeldes rifeños. En unos pocos días se perdió lo que se había ganado durante años a base de sacrificio y sangre. Este revés marcó un punto de inflexión en la intervención española en el Protectorado que concluirá con la imprescindible alianza con Francia y con el desembarco de Alhucemas, tras el cual se impuso la paz en la zona.

Posteriormente marcó la situación política en España provocando la caída de gobiernos, el desprestigio de la monarquía, que tuvo que ser rescatada temporalmente por la dictadura del general Primo de Rivera, pero que acabará finalmente con la implantación de la república y el exilio del rey.

En este breve artículo nos centraremos en 1921, cuyo centenario conmemoramos este año.

Pero la historia comienza mucho antes. Los inicios del siglo XX fueron complicados; los nacionalismos europeos aparecidos en el siglo XIX impulsaron a las distintas potencias a buscar alianzas y áreas de influencia para poder estar en condiciones de superioridad con respecto a las restantes. España estaba lejos de esa hegemonía que tuvo siglos atrás; más bien la situación era la contraria, estaba inmersa en una profunda crisis que llegó a su cénit tras la pérdida de los territorios ultramarinos. Se llegó a cuestionar incluso el significado de la misma España. Tras esta catástrofe nuestro país quedó relegado a ser una potencia de segundo orden en el ámbito internacional. En virtud de una serie de tratados entre potencias europeas (fundamentalmente el Reino Unido y Francia), a España se le encomendó una misión de apoyo al sultán de Marruecos para civilizar una parte de su territorio que siempre se mostró insumisa a su autoridad; se trataba de la orilla norteafricana más próxima a la península, entre los ríos Lucus y Muluya. Así nació el Protectorado, que nunca fue territorio de soberanía española. Francia también tuvo su propio protectorado al sur del nuestro, la zona más rica y fértil de Marruecos. Pero la realidad era otra, era un juego de equilibrios entre potencias: ni Francia iba a consentir que los ingleses controlaran las dos orillas del estrecho de Gibraltar, ni el Reino Unido que Francia dominara prácticamente todo el tercio norte del continente africano. Por eso se optó por un país intermedio que no fuera demasiado poderoso: España, que inmersa en la crisis política, social y económica que estaba no tenía ningún interés en más aventuras fuera de sus fronteras y tuvo que aceptar la decisión a regañadientes. Aunque también es cierto que esta situación despertó intereses mineros y sueños de conquista en algunos sectores.

Guerra del Rif INFORMACIÓN

Y entonces España se lanzó a la conquista del territorio de su responsabilidad. El avance comenzó desde las dos cabeceras de soberanía española en la zona, Ceuta en occidente y Melilla en oriente. En ambas zonas se inició una actividad continuada de expansión y dominio del territorio con varias campañas de distinta intensidad bélica, como la del río Kert en 1911 o la de Annual y Tazarut en 1920-21. Toda nuestra zona de responsabilidad se dominaría cuando se controlara a la belicosa cabila de Beni Urriaguel y a su capital Axdir, en pleno corazón de la bahía de Alhucemas. Cuando el general Silvestre es nombrado comandante general actúa con este objetivo, avanzar hacia el oeste, siempre hacia Alhucemas. Hasta que en el verano de 1921 llegó hasta las estribaciones de la divisoria del cabo Quilates, antesala de la bahía; casi lo había conseguido. Pero cometió varios errores, como no asegurar las lealtades de las tribus que iban quedando a retaguardia tras su avance (y además armadas), establecer docenas de posiciones aisladas y de difícil abastecimiento (sobre todo de agua), y haber llegado al límite de la elasticidad de sus fuerzas.

Y entonces, por estos y otros motivos, desde junio de 1921 se produjo el enfrentamiento directo de las tribus rifeñas con las tropas españolas que comenzó en el valle del río Amekrán, en una zona denominada Annual, que provocó efectos devastadores para las armas españolas; supuso la práctica aniquilación del ejército español de la zona oriental del Protectorado. Comenzando por la posición de Igueriben cuya resistencia se mostró épica, el resto de posiciones fueron cayendo una a una como fichas de dominó, lo que tenía que haber sido un movimiento coordinado hacia retaguardia se convirtió en una huida despavorida donde la tropa corría en desbandada presa del pánico. Vergonzosamente en muchos casos habían huido previamente sus mandos buscando la salvación de sus vidas abandonando a sus unidades. Ante esta realidad los rebeldes rifeños capitaneados por sus caídes, entre ellos Abd el Krim, fueron sistemáticamente masacrando a las tropas que se iban encontrando llegando a muchas situaciones de extrema crueldad. Fueron momentos en los que afloró lo mejor y peor de la raza humana, tanto en el bando rifeño como en el español. Junto al ejército cayó toda su impedimenta –sobre todo armamento, munición y artillería- en poder de los rifeños. Con ellos nos hicieron la guerra durante años.

En este escenario tuvo una especial relevancia un regimiento de Infantería, el San Fernando 11, con guarnición en Alicante. Su acuartelamiento estuvo en el barrio de Benalúa; fue demolido y su solar es el actual aparcamiento ubicado enfrente de los juzgados alicantinos en la avenida Aguilera. Era uno de los cuatro regimientos de infantería que constituían la principal fuerza de avance. Su principal cabecera estaba en Dar Drius y ocupaba 21 posiciones. De los poco más de 3000 hombres que integraba, unos 2200 estaban desplegados en el terreno; la magnitud de la hecatombe fue tal que, solo este regimiento, perdió más de 1800 hombres.

Guerra del Rif Informacion

Cuando las posiciones de vanguardia empezaron a caer, las fuerzas que pudieron se fueron agrupando en grandes columnas donde las posibilidades de supervivencia eran mayores. Hubo tres: al norte, en Dar Quebdani, su coronel se rindió de forma incomprensible y sospechosamente pactista; los rifeños no respetaron la capitulación y exterminaron a casi toda la guarnición, poco menos de 1000 hombres cuyos restos quedaron en el terreno. Pero este capítulo estaría incompleto si no mencionáramos al capitán Enrique Amador, natural de Alicante. Se le encomendó proteger la casa donde la posición se abastecía de agua, la famosa aguada de Dar Quebdani, y allí fue con su gente, la 6ª compañía del III batallón del regimiento de infantería Melilla Nº 59. A diferencia de su coronel y de otros muchos, Amador combatió, resistió y murió con su compañía. Él era de los buenos, de los grandes, de los que siguen la suerte de los suyos por decisión propia. Tiene una merecida calle en el alicantino barrio de Campoamor.

La columna del sur partió del Zoco el Telatza, en la cabila de Bu Becker. Era impensable replegarse hacia Melilla por el dominio absoluto del terreno de los rifeños, con lo que se optó por dirigirse hacia el sur, a la zona francesa; de 1500 hombres solo llegó un tercio.

Y finalmente la columna mayor de todas, la del centro, partió de Dar Drius, cabecera del San Fernando. Aquí llegó el segundo jefe de la comandancia general de Melilla, general Navarro, después del primer revés a nuestras armas y en plena desbandada de nuestras tropas. Se dedicó a evaluar la situación y a recoger los restos del ejército desmoralizado y derrotado. Aunque hubo también muchos que resistieron o que intentaron mantenerse con los suyos; casi siempre el resultado fue el mismo: la muerte. El regimiento de caballería Alcántara Nº 14 se mantuvo unido y cohesionado hasta el final, con sus cargas y despliegues protegió el repliegue de distintas posiciones. Navarro se organizó y comenzó su repliegue de forma ordenada hacia retaguardia, pero la presión rifeña pronto complicó las cosas y las bajas aumentaban cada vez más, se sucedió la misma situación que en Annual, huida y muerte. Los cadáveres iban jalonando el camino, los heridos eran rematados por los rifeños, en muchas ocasiones por sus mujeres a golpe de gumía. Las mutilaciones y torturas en los soldados españoles se sucedieron sin parar. En el cruce de un río, el Igán, la columna española fue frenada por el fuego enemigo. Y aquí fue cuando el Alcántara, que todavía se mantenía firme y organizado, realizó el sacrificio supremo, había que forzar el paso del río por el resto de la columna, que al final lo consiguió. Pero fue a costa del regimiento que quedó tan diezmado que perdió su valor como unidad táctica. Fueron las legendarias cargas de Alcántara en el río Igán, así han pasado a la historia. La columna ya deshecha llegó a Batel, a Tistutín y finalmente a Monte Arruit, ya no pudo más. Las fuerzas llegaron exhaustas y habiendo dejado por el camino hombres, material y toda la artillería. Cuando Navarro se refugia a Monte Arruit, solo resistían dos posiciones a vanguardia: Sidi Dris en la costa e Intermedia A mandada por el capitán Escribano, también del San Fernando 11. La resistencia de ambas también fue legendaria, aunque acabarán con el mismo resultado, la práctica aniquilación de su guarnición.

Una vez la posición de la columna Navarro fue asediada comienzó una larga agonía. Las aguadas eran tan sangrientas que tuvieron que dejar de hacerlas, no había ningún tipo de recurso médico o quirúrgico en la posición, el enemigo bombardeaba el interior de la posición a diario y las municiones se acababan rápidamente. Sin ningún tipo de posibilidad de socorro desde Melilla y sin poder prolongar más la resistencia, el general Berenguer autorizó a capitular a Navarro el 09 de agosto de 1921. Tras haber pactado la rendición, algunos oficiales fueron separados de la fuerza española y los rifeños comenzaron con la matanza de la tropa rendida y desarmada. La hecatombe alcanzó dimensiones de exterminio, no se dejó a nadie con vida. Aquí cayeron al frente de los suyos otros dos paisanos alicantinos: el jijonenco capitán Hernández Mira del regimiento San Fernando 11, y el Alférez Díaz Sanchiz del África 68, este no había nacido en la terreta pero pronto se trasladó a ella. A ambos les dedicaron sendas calles en el mismo barrio de Campoamor. Al último le dedicaron una placa donde se ve la fachada de la posición donde murió. Todavía se conserva.

Tras toda esta situación de muertes y horrores, la principal preocupación del ejército fue asegurar que Melilla no cayera en manos rifeñas. A la ciudad llegaron miles de militares desde la península para formar de nuevo un ejército; el regimiento Princesa Nº 4 de guarnición en Alicante aportó el 2º batallón. Se comenzó la reconquista del territorio perdido. Es en esta campaña y en distintos combates donde mueren otros militares pertenecientes al regimiento alicantino cuyo recuerdo se plasma con una calle dedicada: el capitán Dema murió el 23 de agosto de 1921 mientras defendía un convoy en las cercanías de Melilla; el 10 de octubre en Taxuda, mientras el Princesa iba en vanguardia se produjo un choque tan intenso que allí murieron el capitán Rueda, los tenientes Llorca y Aguado y el sargento Del Río Llamas. En estas mismas crestas cayó un mes más tarde, el 03 de noviembre de 1921 el sargento Vaíllo.

Tenemos poco más que añadir; a algunos de nuestros protagonistas les fue concedida la máxima condecoración española para tiempo de guerra, la Cruz Laureada de San Fernando. Incomprensiblemente otros cayeron en el olvido. Sirvan estas letras para reconocer su sacrificio y recordarlos con toda justicia. En octubre de 2012, 91 años después de su gesta, el Alcántara recibió la misma condecoración de forma colectiva. Finalmente el territorio se logró pacificar en 1927.

En el callejero de nuestra ciudad hay otros nombres de militares de otras épocas y lugares, como por ejemplo el alférez Rojas Navarrete, caído en Sidi Ifni; también da nombre al cuartel de Rabasa, acuartelamiento que alberga al Mando de Operaciones Especiales. Pero eso es otra historia.

Tenemos la intención de dar una conferencia sobre estos hechos el próximo septiembre, en función de la disponibilidad del Club Información y de la situación sanitaria.

In Memoriam. Dedicamos este artículo a los que allí cayeron hace justo un siglo, a los que se quedaron, a los que no se dieron la vuelta, a los que comprendieron que su puesto estaba en las colinas erizadas de bayonetas porque, con razón o sin ella, allí estaban sus soldados; en definitiva, a los que hicieron de los suyos lo suyo.

Y de una forma muy especial al sargento Rafael Gallart Martínez, caído el 10 de junio de 2021 mientras ejecutaba un lanzamiento paracaidista. Me atrevo, Rafa.

Cuando la pena nos alcanza… siempre presentes.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats