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Antonio Sempere

El teleadicto

Antonio Sempere

Los juegos del silencio

Mireia Belmonte y Saúl Craviotto portan la bandera española en la ceremonia de inauguración de los Juegos de Tokyo 2020.

Ojalá los Juegos Olímpicos continuaran por la estela silenciosa con la que arrancó la ceremonia inaugural, con ese bloque artístico que, como no podía ser de otro modo en la capital de Japón, estuvo presidido por la naturaleza, el civismo y la tradición.

Si en las canchas donde se van a celebrar las competiciones, vacías de público, se respeta también el silencio, podríamos vivir lo más parecido a una competición zen en la que reconciliarnos con los principios del olimpismo: más alto, más fuerte, más rápido. Pero sin interferencias ni estruendos.

No entiendo cómo es posible que en los pabellones de deportes actuales se reciba y jalee a los deportistas por megafonía con ensordecedoras sintonías de chunda-chunda mientras se les presenta en pantallas gigantes (vi proceder así en los últimos europeos celebrados antes de la pandemia de natación, gimnasia o atletismo). Músicas que en algunas canchas todavía continúan durante la consecución de las pruebas. No me explico cómo puede concentrarse nadie así.

Tokio, con sus Juegos a contracorriente, hasta en los siete husos horarios que nos separan, puede convertirse en alternativa a lo que estamos acostumbrados. Obligándonos a iniciar cada una de las jornadas olímpicas, si queremos vivirlas en directo, que es como se debe, bien entrada nuestra madrugada.

En poco más de mil días llegarán los de París. Con ellos, lo más parecido a lo que todos conocemos. Y la normalidad que deseamos. El bullicio en la grada. El público agotando el papel (por más que, como en televisión, la competición no se vea en ningún sitio), y nuestro horario común.

De momento han vencido al covid, que no es poco. Los Juegos de Tokio han echado a andar.

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