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José A. García del Castillo

La pluma y el diván

José A. García del Castillo

Idiotas virtuales

Idiotas virtuales

A estas alturas nadie podría plantearse que las tecnologías de la información fueran a provocarnos un cataclismo personal o social. Han entrado en nuestras vidas por completo, y por mucho que hablemos de su posible adicción, de sus maldades y sus despropósitos, en el fondo, todos coincidimos en reconocer la cantidad de beneficios que nos proporcionan, minorando los aspectos que podrían enturbiar tanta felicidad.

Pasar un solo día sin tener contacto activo con algún sistema de navegación virtual, se convierte en todo un reto para más de dos tercios de la humanidad, cifra nada desdeñable. Pero nuestra capacidad de procesamiento de la información está sensiblemente reconvertida, acumulando grandes dosis o atracones en pequeños espacios de tiempo, lo que, sin duda, producirá algún tipo de síntoma a medio o largo plazo.

El análisis que propone el pensador Nicholas Carr, nos puede entreabrir alguna puerta sobre lo que está por llegar. En su recorrido desmenuza las formas de pensamiento social desde McLuhan hasta Internet, llegando a la inflexión de que la tecnología moderna está mermando poderosamente el curso del pensamiento humano.

El autor no renuncia al uso y disfrute de la Red y lo que esta tiene de positivo, acariciando la idea de que hemos dado un paso de gigante con su desarrollo, pero siendo al mismo tiempo taxativo con el lado oscuro de su repercusión en la simplificación del pensamiento individual y colectivo. Esta yuxtaposición de amor y odio es la configuración de una nueva etapa en la manera de entender la libertad personal y global.

Una lectura estática, como la de un soporte de papel, invita a la continuidad en la lectura e impide los sobresaltos. Es un camino llano, sin exabruptos, donde el caminante puede elegir los cruces que quiere seguir, sin verse mediatizado por ningún otro resorte. Desde la pantalla, se siente la inquietud constante de cambiar de rumbo, de saltar de un lugar a otro en tiempos ínfimos, sin tener constancia de haber conseguido afianzar la información que se buscaba o sin haber conseguido llegar hasta el final de un discurso previamente abierto.

Muy posiblemente estemos perdiendo la capacidad de profundizar en la información, por el exceso y la rapidez con la que nos llega, impidiéndonos llegar a los sanos procesos reflexivos y, como menciona el propio Carr, al pensamiento contemplativo, motor del pensamiento creativo y la creatividad en su esencia. La gran paradoja es que algo tan útil como la Red, coarta la libertad y nos induce a ser insustanciales, dispersos e inconstantes. Habría que diseñar una estrategia de defensa que compensara el idiotismo con el beneficio virtual.

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