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Francisco Esquivel

Frente a las nubes negras

Maialen Chourraut completa su palmarés olímpico con una plata

Chourraut ha conseguido la tercera medalla olímpica. En Tokio´64 también fueron tres, solo que en este caso hablamos del total de mujeres en la delegación. Cuatro años después en México nos conformamos con dos participantes para quienes las frases de aliento alcanzaron antes de partir este tenor: «¿¡Pero cómo puedes dejar hacer eso a tu hija!?» y «¡Qué espalda, parece un hombre!». De ahí que, con lograr ir, ya tenías el premio.

Olímpicos o no, en la España nuestra de aquél, más que deportistas brotaban conquistadores. Dos de los más mediáticos, Santana y Pérez de Tudela. Con la lectura de una entrevista reciente a este último he hecho la preparación de cara a las pruebas que estos días nos aguardan: «La gente no es tonta y decía que el alpinismo es serio porque muere la gente. Esto es un deporte, sí, pero en el que te matas». Efectivamente, para la transmisión de ideales entonces en vigor, dar la vida por colocar la bandera en lo más alto era el máximo a lo que cualquier criatura como Dios manda podía aspirar. Enseguida llegaron los Ángel Nieto, Pedro Carrasco, Paquito Fernández Ochoa... que, sin subir el Everest, también podían haberse matado por suerte para ellos, según la doctrina imperante.

En cuanto percibió la cámara detrás, la palista plata en slalon K1 se revolvió y empezó a lanzarle besos al son de «Para ti, Ane». Sí, porque Maialen es madre y dado que no la conserva en una vitrina, andaba tocada del ala por no habérsela podido llevar a los Juegos. Cuando se fundió en cambio, fue con el oro de Río. Regresó tiesa. La tensión y el cansancio perpetraron que la espalda, que es la suya y no la de Merimée, dijera hasta aquí hemos llegado y pensó en dejarlo con vértigos y fisuras en las costillas. Viéndola en esta edición partirse el lomo contra las trampas, mover todo lo que había que mover del esqueleto para recomponer la estabilidad del kayak que ni Indiana Jones en busca del arca veías la diferencia. Que hoy no hace falta que te juzgue nadie. Por muy turbulentas que sean las aguas, más bravas son joder.

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