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Rafael Sempere Miralles

75 aniversario de un coso resistente

Estado actual de la Plaza de Toros de Elda CARLOS RODRÍGUEZ

Este mes de julio se han cumplido 75 años desde que Perlito saltara al tendido de la plaza de toros de Elda provocando el pánico de la multitudinaria concurrencia.

Mi abuelo Juan Antonio, asolerado aficionado, fue testigo angustiado de aquel incidente, al haber asistido con la ilusión desbordada al desencajonamiento de los novillos en que tuvo lugar; que serían lidiados al día siguiente en el festejo inaugural. No era para menos. Que tu ciudad contara con una plaza fija era un auténtico privilegio para los aficionados de una época –hacía poco de la posguerra- en que viajar fuera de Elda con ese fin estaba al alcance de muy pocos.

Él me inició en la afición de muy pequeño. Y guardo recuerdos muy vivos de niñez en ella. Como de asistir muchas veces, después de la comida familiar, a la tradicional corrida del Día de la Virgen a ver a las figuras del momento. O del impactante cornadón sufrido por el novillero El Catraleño a mediados de los 70, que se cogía el vientre con las manos para que no le salieran las tripas. De adolescente, fallecido ya mi abuelo, aún fui a muchas novilladas con amigos del barrio y compañeros de colegio; intuyo hoy que como homenaje por aquella afición legada. También de jovencito; siguiendo con ilusión a Juan Rivera, que apuntaba muy alto. Y ya maduro no me perdí una. Guardando en la memoria grandes faenas; como la deslumbrante de Víctor Puerto a un toro de Castillejo de Huebra en mayo de 1998, la mejor que he visto en esta plaza. Y así hasta que en mayo de 2012 me senté por última vez en su tendido antes de que echara el cierre… taurino.

Para conmemorar la efeméride se ha inaugurado una interesante exposición en el Museo del Calzado, y se ha publicado un libro, con partes de distinto aprecio (la de Fernando Matallana muy bien documentada, como es habitual en él) y magníficas fotografías.

Pero quiero consignar un hecho que ha llamado poderosamente mi atención. Tanto en el saluda del libro como en su presentación, nuestro distinguido alcalde ha anunciado, con la retórica que le caracteriza, que el coso va a ser rehabilitado. No solo como espacio polivalente para dar todo tipo de espectáculos y actos, sino también –y esta es la novedad- festejos taurinos. Y lo ha dicho después de que los técnicos hayan comprobado que se halla en buen estado (sic.).

Desde luego que la declaración de intenciones no deja de ser significativa. Para empezar, porque el anterior gobierno popular la declaró en ruina dado que sus estructuras amenazaban colapsarse. Y años más tarde, el gobierno actual promovió un “concurso de ideas” para la plaza de toros, cuyo proyecto ganador poco menos que la echaba abajo totalmente, siendo un bien catalogado como es. Se conoce que ahora que no depende de antiguos compañeros de viaje con marcado carácter antitaurino, nuestra primera autoridad no desaprovecha la coyuntura para hacer su propaganda en sentido diametralmente opuesto. Y donde había ruina ahora hay posibilidades.

He de reconocer que me encantaría, en un futuro, encontrar sentados en barrera a nuestro alcalde, atildado con un terno elegante como los que acostumbra, acompañado de alguna concejala con mantilla y peineta presenciando un festejo. Nunca se puede decir nunca jamás. Uno recuerda coincidir en una corrida de toros con un alcalde comunista de Petrel, a quien Palazón le brindó un toro -O tempora, o mores-. Sin embargo, más bien me malicio que todo ello quedará, como tantos proyectos anunciados con altisonancia y prosopopeya por nuestro gobierno local, en el marasmo. Ojalá me equivoque. Todo sea por los votos.

Pero como estamos de celebración, quiero brindar con el respeto y cariño que esas vivencias me producen por la plaza de toros de Elda en su aniversario. Una plaza que durante 75 años ha aguantado la desatención más absoluta –salvo parcheados- de sus propietarios, privados y públicos; el maltrato de muchas empresas; su declaración de ruina e intento de demolición; y luego su abandono y olvido más deplorables sin venirse abajo, demuestra de forma inequívoca la calidad de su fábrica. Parece que antes las obras se hacían muy bien. Mejor que ahora. Ya solo por eso merece mi reconocimiento y gratitud. O sea.

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