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Francisco Esquivel

El arma diabólica

Pablo Casado, durante su rueda de prensa.

Ayer mismo, en la moción de censura otoñal de Vox, Casado le soltó a Abascal: «No somos como usted porque no queremos, así de sencillo. Lo que aquí se vota es si está capacitado para ser presidente de la cuarta economía del euro. La respuesta era evidente y ha quedado aún más clara: no». A la criatura le salió un discurso redondo y, claro, lo descuadró.

Porque, para llevar un pronunciamiento de tal contundencia adelante, hay que tener cuajo. Y eso ya es otra cosa, mariposa. De hecho no había pasado la primavera pero sí el vendaval madrileño por las urnas, y el dirigente estaba haciéndole mimitos al incapacitado puesto que, para más inri, las encuestas empezaron a proclamar que la suma daba. Y qué voy a contarles, ahí estaba Santiago esperándolo a lomos del jamelgo y blandiendo su espada del modo más diabólico. ¿Amenazándole con retirar el apoyo en los confines donde el partido del señorito lo necesita para llevar la nave? De ningún modo. Retando al pepé a que plantee una moción de censura a la vuelta del verano y, si no, reconsiderarán repetir. Poner al ínclito en el brete de idear un texto que diga algo, aunque sea surrealista, sin provocar la risa floja solo está al alcance de Faemino y Cansado en una tarde de las suyas. Pero no sé cómo saldrían Pablo & Teo de esa, aparte de mal.

Tras el rifirrafe en Ceuta, la relación de ambas formaciones sigue a porfía por una razón: porque continúa. Tras desacreditarlo desde el estrado, el discípulo de Aznar no le suelta la mano y el otro discípulo no ceja de hacerse el ofendido. El presidente de Vox en Murcia ha saltado al ruedo para explicar en un escrito que sobran los motivos: «Padecemos un gobierno social-comunista y nos espanta su programa... Son ideas inseparables de la muerte. Se trata de un programa de odio infatigable contra las libertades y los derechos naturales... El gobierno de Pedro Sánchez, en colaboración con las autonomías, son los brigadistas de esta violencia criminal contra los españoles». Qué tacto gastan. La verdad, como para separarse de ellos.

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