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Raúl

Jóvenes, no culpables

Los jóvenes españoles afrontan problemas estructurales gravados por la pandemia.

Existe una reciente tendencia, bastante perniciosa, de culpar a los jóvenes de males que han encontrado, cuestionando su ocio mientras cierran bibliotecas e instalaciones deportivas o poniendo en duda sus aspiraciones formativas o laborales mientras paralizan planes para el fomento del empleo joven. Alicante se ha dejado en el camino dos generaciones y no sólo no se ha empatizado con ellas, no sólo les culpan de todos los males, también les están obligando a emigrar a otros lugares que sí se han dedicado a estructurar nuevas oportunidades laborales. Nadie puede ya asegurar que sus hijos harán sus vidas en esta ciudad, que sus nietos crecerán aquí o incluso si nacerán siendo alicantinos. Lamentablemente todos conocemos familias que se han visto obligadas a distanciarse por el empeño de quienes han consentido durante décadas el debilitamiento de nuestro mercado laboral, los mismos que marginan en la agenda municipal a nuestro tejido industrial como único contrapeso económico a los ciclos negativos de otros sectores. Sencillamente, la ciudad que nos deja el PP vuela con un sólo motor porque así lo ha querido la derecha. Un motor servicios que estamos obligados a blindar porque de él hemos hecho depender durante décadas casi todo el pan de nuestras mesas y el empleo de nuestros jóvenes. Por el contrario, el motor industrial apenas funciona gracias a la labor de los agentes sociales y al empeño del Consell por convertirnos en capital de la sociedad digital, pese a un ayuntamiento dedicado a contraprogramarle presentando carteles, nunca consolidando proyectos, con un alcalde cuyos complejos de minoría paralizan la generación de empleo y oportunidades de nuestros jóvenes.

La ciudad de Barcala, por sí mal piloto, entra en barrena cuando los servicios colapsan porque no tiene a punto un motor industrial indispensable para equilibrar su vuelo. Un drama que parece no preocuparle mientras la precariedad y el desempleo castigan a trabajadores, pymes y muy en especial a una juventud alicantina enfocada con abuso a una empleabilidad severamente precaria. Jóvenes que se han enfrentado a dos crisis sin un acompañamiento verdaderamente eficaz de este Ayuntamiento, sin asistencia alguna en su tránsito a otras especializaciones más estables que permitan pensar en formar una familia en esta ciudad y salir de la vulnerabilidad extrema en la que se encuentran. La ambición de trabajar aquí y de vivir aquí, en su propia casa, una aspiración generacional que sin duda debería hacernos caer el rostro y en la que insistimos los socialistas desde el primer día sin éxito, por el vacío premeditado de esta área municipal.

Sin ir más lejos, hace un año trasladaba al Pleno Municipal que si Alicante continúa ignorando a sus jóvenes lo lamentemos cuando bajemos de 300.000 habitantes. Y lo hice tras comprobar que el alcalde presentaba un plan de impulso que hoy sigue evitando mencionar a los jóvenes, una vez más no son prioridad en su agenda política mientras que sí lo es multar a indigentes. Los trabajadores alicantinos de las próximas décadas siguen sin saber si el Ayuntamiento hará algo para impulsarles en la carrera global por llegar a tiempo a la recuperación económica. Una recuperación que sólo será justa si sirve para hacernos más iguales y acercar el conocimiento digital a todos los barrios sin excepción, con acciones de capacitación para sus jóvenes y de modernización para sus pymes. Sin embargo, han pasado ya dos años desde que la Concejalía de Juventud se comprometió al desarrollo de un Plan de Juventud y un Plan de Empleo Joven del cual seguimos sin conocer siquiera el color de la portada. Dos años en los que miles de jóvenes y familias jóvenes alicantinas han tenido el feo vicio de pretender comer a diario sin esperar a que su alcalde se decida a tenerles en cuenta en su empeño por diseñar una ciudad de señoritos y de gente que sirve a señoritos, con unos niveles de desigualdad impropios de una ciudad europea. Mientras tanto, el gobierno local ha abandonaba las políticas asistenciales y de fomento de empleo y han decidido que nuestra economía se dirija ella sola, que se domestique al más estilo ayusista y sin ningún plan que evite la emigración forzosa de nuestros jóvenes. En pocas palabras, le hemos pedido a nuestra juventud que defiendan el futuro de la terreta mientras el alcalde, que nunca les ha tenido en su agenda política, les entregaba un palo y una piedra para ello.

En este día de la Juventud hemos comprobado que Alicante tiene sigue teniendo una deuda endémica inasumible con la estabilidad laboral de sus jóvenes. Endémica, que no histórica, porque los antiguos aseguran que antes de que llegase la derecha tuvimos una industria capaz de sostener por sí misma los servicios de toda la ciudad, con una estructura económica robusta, capaz de absorber las crisis como otras no eran capaces. Mi generación, sin embargo, creció en el Alicante del PP, el de los eventos olvidables, el de la afición por lo transitorio, el municipio que se quedó en el año 95 y desde entonces supo vender su excedente sin más ambición que permanecer quieta. Sin duda desde entonces, así como desde 2018, nos faltaron años de alcaldía socialista para ser todo lo que podemos ser.

Ahora ya no tenemos excusa. Europa nos brinda una oportunidad sin precedentes para modernizar y reinventar nuestro tejido productivo a través de las nuevas industrias, una ocasión que sencillamente no veremos repetida para redefinir qué Alicante queremos ser, qué Alicante queremos dejar a su juventud, qué trabajadores sostendrán su economía. Por ello el Ayuntamiento debe apoyar, con verdadera obstinación, el impulso de los sectores verdes y digitales en nuestra ciudad, agentes generadores de estabilidad muy urgentes para nuestro mercado laboral y en especial para el tramo más afectado tanto por el desempleo como por el empleo precario, los menores de 35 años. El drama de la precariedad sistemática en la que se han instalado miles de familias jóvenes alicantinas debe ser un objetivo prioritario en la agenda municipal, no podemos pasar de puntillas y agradecer, tan sólo, lo que viene de otras administraciones. Alicante debe recuperar la propuesta socialista que la derecha rechazó el pasado año e implantar un plan específico de impulso para la emancipación de toda una generación de jóvenes, como así ha hecho el Consell de Ximo Puig con el plan Ariadna. No podemos continuar debilitando nuestro mercado laboral con la falsa promesa de que el sol y playa garantizará nóminas a todo el mundo, una falsedad que ha puesto en peligro el bienestar de miles de jóvenes alicantinos, quienes lo ha desmentido a golpes, con dolor y con la cicatriz abierta que dejan nada menos que dos crisis que están pagando más que nadie.

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