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Pedro de Silva

Menos lobo con el lobo

Un ejemplar del lobo ibérico

Vaya esto como premisa: los daños que causen especies salvajes protegidas deben ser pagados (y pronto) por los protectores, añadiendo a los daños un plus de afección. A partir de ahí, la actual polémica sobre la protección del lobo debería verse como el último regüeldo de una digestión muy antigua, en la que se le ha venido comiendo terreno al lobo en España hasta su extinción completa en la mayor parte de ella. El imaginario de un paraíso sin lobos, en el que el ganadero ya no tiene que cuidar el ganado, forma parte del mismo paisaje en el que las vacas ya no tienen cuernos y se llega a los más altos pastizales en 4x4 a través de pistas de 5 metros de caja. Y es parte también (aunque al observador primario le parezcan cosas muy distintas) de la misma actitud depredadora de la naturaleza que se ha acabado volviendo contra nosotros con la crisis del cambio climático.

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