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Vicente Magro Servet

El daño social de la no vacunación

La vacunación con la pauta completa supera los 30 millones de ciudadanos

Los derechos individuales dejan de serlo, en parte, cuando confluyen con los derechos de la sociedad en general y la posible afectación, no solo a terceros, sino a toda la colectividad. Por ello, cuando las decisiones de las personas se ejercen alegando sus derechos confluyen y afectan a los derechos de los demás se produce una colisión entre la defensa de esos derechos que se alegan individuales con los que para sí reclama la sociedad en defensa de los intereses generales y colectivos que existen ante determinadas situaciones.

Resulta evidente que este mensaje se da con el tema del ejercicio del derecho de no vacunación ante la COVID, cuando los expertos se están pronunciando acerca de que si es alto el porcentaje de negativa a vacunarse más difícil será ir viendo el final de este duro túnel sanitario y económico que llevamos sufriendo desde Marzo de 2020, y que cuando todo empezó no podíamos pensar que sería tan largo. Así, los expertos vaticinan que cuando más se tarde en llegar a un porcentaje altísimo de vacunados más tarde llegará ese ansiado regreso a la “nueva normalidad”. Porque no llegó cuando se alzó el estado de alarma, ni antes de que se declarara cada una de las olas de afectación del virus que se han dado cuando se han relajado las restricciones, volviendo a una especie de Déjà vu periódico que nos ha demostrado toda la fiereza contagiosa de todas las variantes de ese virus tan dañino que nos azota a la humanidad.

Lo realmente sorprendente en este tema es que, pese a las noticias que se han venido dando de personas que negaban la realidad del coronavirus y las consecuencias que les afectaban cuando lo contraían por no tener protección de la vacuna, se sigan manteniendo tesis contrarias a la necesidad de pasar por el centro de vacunación. Sobre todo, ahora cuando ya no hay ni citas y se ha abierto el turno para “los que falten” sin vacunar en cualquiera de las dosis que había que poner.

Pero el problema radica en que esto se hubiera resuelto ya, si no fuera por los que han desoído todas las órdenes y recomendaciones dadas por la autoridad competente demostrando una alta irresponsabilidad individual, y quienes se siguen negando a vacunarse alegando o que a ellos no les hace falta, que no tienen claro lo de vacunarse, que tienen miedo a las consecuencias del virus, o que, simplemente, niegan que esto esté ocurriendo, pese a la gran objetividad de las cifras, datos y realidades de una mortalidad nunca vista en época reciente ante una enfermedad. Así, esto ya estaría controlado de sobra y resuelto si no fuera por esta obstinación.

Esta es la gran pena de este drama del coronavirus. Porque la ciencia ha respondido a una velocidad altamente reconocida y reconocible, y hay que admirar la rapidez con que los científicos han puesto a disposición de toda la humanidad distintos productos para combatir a un enemigo hasta ahora desconocido.

Pero han fallado las respuestas individuales de quienes han querido poner piedras en el camino de la búsqueda de soluciones de la sociedad ante este problema que ha cambiado el rumbo y los tiempos de funcionamiento de la sociedad en general. Por eso, es ahí donde hay que seguir haciendo un esfuerzo en controlar los incumplimiento con rotundidad, y, por otro, lado, llevar a cabo una campaña informativa contundente explicando a los “rezagados” en la vacunación los casos concretos que han pasado de ciudadanos que se negaron a vacunarse y las situaciones irreversibles que se han dado cuando el virus les ha afectado, así como una información bien explicada acerca de la eficacia y seguridad de las vacunas, pese a iniciales noticias que sembraron dudas y miedos en la población por posibles consecuencias negativas que se podían derivar.

Está claro que es mejor llevar mascarilla a llevar un tubo en la UCI, como se está diciendo. Está claro que es mejor vacunarse que estar arrepintiéndose de no haberlo hecho cuando el virus llega y los sanitarios le preguntan al paciente si se ha vacunado y la respuesta es negativa. Está claro, en definitiva, pocas veces se han visto las cosas tan claras de la reacción que todos los ciudadanos debemos adoptar. Pero no solo para protegernos a nosotros, sino para proteger a los demás. Porque con la vacuna no se trata de estar ejerciendo un derecho individual, como decimos, sino una obligación solidaria de tener que colaborar para resolver un problema de interés general, salvo que queramos jugar este partido jugando en el equipo contrario.

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