Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Marc Llorente

Ver, oír y gritar

Marc Llorente

Insomnio de verano

El humorista Manuel Gila.

Para que no falte de nada, la fiesta del verano sigue su camino con sorpresas. Éramos pocos con la pandemia y ya ven. La quinta ola, mejor o peor, sigue su curso dentro del drama y del desahogo diario. Pero otro tipo de oleaje viene desde fuera. ¡Afganistán! No sé si les suena de algo. Así que la tranquilidad no existe en este agitado cóctel explosivo del mundo. Ese gran teatro donde sube el telón y solo se cuecen, en sesión continua, sin tregua vacacional, historias para no dormir, evocando a Chicho Ibáñez Serrador.  

Salió a la palestra el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, y reconoció el problema grave. El insomnio se impone. Los talibanes se han hecho con el control del país. ¿Y ahora qué toca? De momento suena el «Réquiem» de Mozart, menos en China, Pakistán y Rusia, países que aumentan su influencia. En tanto, Borrell, atragantado, no desentierra ningún hacha. Defiende el pragmatismo y el diálogo como es habitual, y los talibanes lo celebran asesinando a manifestantes, a algún familiar de un periodista y cantando, a su modo, aquella canción veraniega de Los del Río: «No le des alegría a tu cuerpo, Macarena».

Las mujeres no bailan y temen estar atadas de pies a cabeza por obra y gracia de las hermanitas de la caridad que han vuelto a tomar las riendas. Recordemos también que los derechos de las mujeres se vulneran en Oriente Medio y el norte de África. ¿Qué se puede hablar con esta gente? Seguirán su rumbo. Ahora bien, hay que seguir diluyendo un desastre humano y migratorio, y existen asuntos pendientes que interesan a Europa en Afganistán. No es difícil imaginar la escena con Gila (o Borrell) llamando por teléfono. «¿Está Kabul? Que se ponga. El nuevo Gobierno, sí».

Es preciso respetar las obligaciones internacionales y las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Que siga llegando ayuda humanitaria. Con condiciones. Diez millones de niños necesitan asistencia. Y toda la presión económica y política para que se respeten los derechos fundamentales y la variedad étnica, que no se están respetando. Dado el integrismo opresor y religioso, es misión imposible.

Necesario es «evitar el regreso de terroristas», se dice, aunque Al Qaeda sigue operativa allí, según la ONU, y mostrar preocupación por las mujeres y niñas afganas, que podrán «trabajar y estudiar», aseguran, en el marco de la ley islámica. Es decir, una participación sobre la base de esas normas, con alguna mínima apertura para que las mujeres sean felices y coman perdices. Y unos medios de comunicación «libres e independientes», una modalidad para que la prensa quede bien controlada y perseguida.    

La salida de Afganistán, por parte de Estados Unidos, fue una decisión de Trump, negociada con los talibanes, que ha sido aplicada por Biden. Más que la difícil situación del pueblo afgano, les interesa que Afganistán no se convierta en santuario de organizaciones terroristas. Lo mismo que a todo Occidente, al margen de las declaraciones solidarias y de las advertencias de aislamiento internacional por parte de la UE, que no le va bien a nadie. ¿Lo de las tropas estadounidenses fuera indica que los talibanes han aprendido, hasta cierto punto, algunas lecciones? Lo cierto es que vuelven a las andadas, que es lo único que saben hacer.   

Ahí están los costes de la participación española en todos los sentidos. Y, fruto de las inversiones estadounidenses, el pelotazo de algunos, consecuencia de la mala gestión económica y de la corrupción a lo largo de los años. La población de aquel país centroasiático, totalmente desmoralizada, queda en poder de los fundamentalistas, quienes llegan con el ánimo de que los mismos errores ocurridos en los 90 no se repitan. El guion cambia un poco. O no. «Habrá cosas que se parezcan». Veinte años después, la operación Libertad Duradera queda desmentida. Ni reconstrucción rigurosa en Afganistán, ni amenaza desarmada para los intereses de seguridad occidentales.         

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats