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José A. García del Castillo

LA PLUMA Y EL DIVÁN

José A. García del Castillo

Estado del bienestar

Estado del bienestar Antonio Amorós

El estado del bienestar no es un invento del siglo veintiuno, aunque estemos acostumbrados a jugar con las palabras y a reinventar conceptos, esta construcción social es algo más antigua. Se definió en los años veinte del pasado siglo, pero la puesta en escena se la debemos a la construcción de sociedades protegidas por Estados sensibles a las personas y alejados de la obsesión puramente mercantilista de la vida.

Las teorías del humanista Abraham Maslow son posteriores a la propuesta de muchos países de poner en marcha esta construcción del bienestar global. Hacia los años cuarenta del siglo veinte desarrolla la famosa pirámide de necesidades y demuestra que los seres humanos nos movemos por intereses prefijados en una construcción piramidal, porque tenemos que ir cubriendo las cuestiones más básicas de nuestra existencia para tener la capacidad real de perseguir las siguientes.

Según esta pirámide, no somos capaces de pensar en el amor si antes no hemos satisfecho el hambre; no podemos pensar en evaluar lo que somos si previamente no conseguimos amortiguar el miedo a la inseguridad. Desde la base, el objetivo es de lo más primario, porque debemos inclinarnos a buscar aquellas cosas que nos hacen sobrevivir, sin que este hecho implique ninguna forma de dignidad u honorabilidad, ya que lo que tenemos que alcanzar es lo meramente imprescindible, la comida o el agua para poder seguir ascendiendo peldaños.

Para conseguir el equilibrio, tenemos que plantearnos un estado del bienestar globalizado, al estilo de la tendencia globalizadora de la economía de mercado, esa que hace que todo sea parecido estemos donde estamos, siempre y cuando sean cuadrantes económicos similares.

El estado del bienestar siempre estará incompleto si no conseguimos alcanzar algunos de los derechos fundamentales, como por ejemplo el derecho a una vivienda digna. Para una gran parte de los ciudadanos cubrir una de las necesidades del segundo escalón de la pirámide, la seguridad de abrigo y cobijo, se convierte en un despropósito.

No tenemos autoridad moral para hablar de estado del bienestar si en nuestro país contamos con muchos miles de ciudadanos que no tienen asegurada la comida diaria, un trabajo que les permita pagar el maldito recibo de la luz o un techo donde poder cobijarse sin transformase en okupas.

Cada día nos alejamos más de ese supuesto estado del bienestar. No deja de ser vergonzante que para pagar un alquiler se tenga que volver a una especie de comuna por necesidad, no por ideales, y con normas de convivencia pactadas para poder sobrevivir.

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