Culminó ‘Fresca’, el nuevo Festival de Artes Escénicas patrocinado por el IVC, con éxito de público y vocación de continuidad. El evento se planteó como una extensión de las actividades del Teatro Arniches, y fue la propia directora del mismo, Alicia Garijo, la encargada de dirigirlo.

El nivel artístico de las actuaciones fue muy destacable. De hecho, de no haber sido por un Festival tan potente, no habrían pisado Alicante. Experimentamos contrastes que nos hicieron vibrar, como la emoción a flor de piel de la compañía de Manuel Liñán, ‘bata de cola sin género’, como tituló nuestro compañero Marc Llorente, y la flema británica de Gandini Juggling, tomando el té con aires de Pina Bausch y música de Bach.

La única cuestión debatible sería dónde encontrar la ubicación más adecuada a un Festival como Fresca. Yo aporto humildemente mi opinión. Entre junio y septiembre, para disfrutar el teatro de gran formato a la fresca, cómodamente, y con un aforo elevado, no encuentro mejor lugar que nuestro Teatro Principal.

Si tenemos en cuenta que la Generalitat Valenciana es copropietaria del local, donde está el problema. En una ciudad donde las noches tropicales convierten en tortura permanecer en la calle a según qué horas, el placer de entrar al Principal cuando se han programado espectáculos durante el periodo estival ha sido intenso. Por no hablar del ruido de fondo al situarnos en una zona de copas, o del dineral que habrá costado ocupar durante nueve días unas instalaciones ajenas.

Lo peor que le podría ocurrir a Fresca es que quedase, como el Festival Tercera Setmana, en el enésimo intento fallido por recuperar un evento de artes escénicas estival alternativo. Alicante merece veranos repletos de cultura.