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Joaquín Rábago

EEUU traicionó a todos

Soldados y personal americano en Kabul

No nos andemos con rodeos. El “líder del mundo libre” ha traicionado a todos: al pueblo afgano, al que supuestamente pretendía llevar las libertades de Occidente, pero también a sus aliados, a quienes embarcó primero en una misión imposible para luego abandonarlos sin contemplaciones.

Tanto el primer ministro británico, Boris Johnson, como el presidente francés, Emmanuel Macron, pidieron al presidente de EEUU, Joe Biden, que les diera más tiempo para completar sus operaciones de evacuación desde el aeropuerto de Kabul de sus ciudadanos y sus colaboradores afganos.

Pero el demócrata Biden les hizo el mismo caso que su predecesor, Donald Trump, cuando decidió poner fin a la aventura de Afganistán sin consultar a los demás miembros de la OTAN. ¿Qué falta le hacía al presidente del “American first”?

Da igual en cualquier caso que el ocupante de la Casa Blanca sea demócrata o republicano: EEUU siempre perseguirá sus intereses, que no tienen por qué coincidir necesariamente con los de los europeos algo de lo que la UE tendrá que tomar ahora buena nota.

El ministro alemán de Asuntos Exteriores, Heiko Maas, se preguntaba recientemente si la Alianza Atlántica no se habría extralimitado en sus funciones ocupando durante veinte años ese país.

 “La misión de la OTAN tenía como objetivo que no volviese a producirse ningún nuevo atentado terrorista (como el del 11 de septiembre de 2001) desde suelo afgano”.

Una vez logrado ese objetivo, continuó, sin embargo, la intervención, y de pronto, se trató de otra cosa: del futuro de un país que había demostrado hasta ese momento su carácter de indómito.

Pero, se preguntaba el socialdemócrata Maas en plan retórico, ¿es tarea nuestra velar por el cumplimiento de los derechos humanos, exportar nuestra forma de Estado?

La cuestión es que EEUU arrastró a sus aliados, haciendo uso del artículo 5 del tratado fundacional de la OTAN según el cual un ataque a cualquiera de sus miembros – en este caso los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono- se considera una agresión contra todos.

Tras la salida precipitada de EEUU de Afganistán, los europeos se dan cuenta de que, sin la cobertura militar de la superpotencia, se hace prácticamente imposible continuar el puente aéreo y seguir evacuando a los ciudadanos ansiosos por salir del país.

Ahora sólo queda decirles a los afganos, como han hecho distintos jefes de Gobierno de la UE, entre ellos Pedro Sánchez, que no se los va a dejar solos, que Europa no se va a olvidar de ellos: buenas palabras que sólo ocultan nuestra impotencia.

Y la pregunta que se hacen muchos en vista de lo ocurrido es si conviene crear cuanto antes un Ejército europeo propio porque ya no se puede seguir confiando en Estados Unidos, cuya única preocupación ahora parece ser China.

El principal problema es como siempre la propia división europea: ¿estarían todos los países de la UE dispuestos a aportar lo que les correspondiese en ese esfuerzo colectivo? ¿Existe además la imprescindible voluntad política para ello?

La hegemonía estratégica que algunos ambicionan para convertir a Europa en un actor geopolítico al que se tome en serio no deja de tener mucho de utópico.

La Unión Europea sigue siendo en el fondo una alianza más bien heterogénea de Estados nacionales, cada uno de los cuales parece también perseguir sus propios intereses.

Y lo más importante, ¿por qué tiene que haber en casos como Afganistán, Irak o Libia sólo una respuesta militar? ¿Acaso se ha ganado algo? ¿No están hoy todos esos países mucho peor que antes? 

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