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Miguel Ángel Santos Guerra

Mi credo para el nuevo curso

Aula de Primaria en un colegio Alex Domínguez

Quiero dar la bienvenida al nuevo curso escolar, como vengo haciendo desde hace casi veinte años por estas fechas y desde esta columna. Hace años propuse en este espacio que se instaurase la costumbre de celebrar la llegada del nuevo curso con una fiesta similar a la que tenemos para iniciar el Año Nuevo. Se llamaría Fiesta de Curso Nuevo. Hay más motivos para la celebración de una fiesta porque empieza el curso escolar que porque comienza un año natural.

Este año tan especial, todavía metidos en una pandemia inacabable, quiero dar la bienvenida al curso escolar con un credo pedagógico que deseo compartir con la comunidad educativa. John Dewey publicó en 1897 su Credo pedagógico, un breve texto en el que expone sus convicciones sobre el aprendizaje, la escuela y la sociedad. En él están las raíces del frondoso árbol de la Escuela Nueva. Mi credo no tiene más pretensiones que brindar un aplauso al nuevo curso y a todos los miembros de la comunidad educativa que van a conseguir con su trabajo constante, creativo y esforzado el hermoso milagro de hacer realidad un sueño.

  1. Creo que la educación es la piedra angular del desarrollo social y moral de la sociedad. La solución a los problemas del mundo no está, principalmente, en los despachos ministeriales, ni en los bancos, ni en los cuarteles, ni en las multinacionales, ni en las iglesias… Está en las escuelas. La historia de la humanidad es una larga carrera entre la educación y la catástrofe.
  2. Creo que la educación es algo más que la mera instrucción. Porque la educación tiene un componente crítico (enseñar a pensar, no qué pensar) y un componente ético (enseñar a ser y a convivir) que no tienen la simple adquisición del conocimiento. Es también diferente al proceso de socialización, que busca la integración exitosa del individuo en la sociedad y, por supuesto, al adoctrinamiento. El adoctrinador no acepta la libertad del discípulo. Un fanático no es un maestro. La educación es la práctica de la libertad.
  3. Creo que la finalidad fundamental de las instituciones educativas es ayudar a que los alumnos y alumnas aprendan a ser felices. No hay señal más clara de inteligencia que desarrollar la capacidad de ser felices y de ser buenas personas. No hay nada más estúpido en la escuela que lanzarse con la mayor eficacia en la dirección equivocada.

4. Creo que la profesión docente no se puede desempeñar adecuadamente sin pasión. Los profesores mercenarios disfrutan menos y trabajan peor. Porque nadie puede dar lo que no tiene. Deberían dedicarse a esta tarea los profesionales mejor preparados y más valiosos de la sociedad. No hay tarea más importante, más difícil y más hermosa que la enseñanza porque consiste en trabajar con la mente y el corazón de las personas. Enseñar no es solo una forma de ganar la vida; es, sobre todo, una forma de ganar la vida de los otros.

5.Creo que todos los alumnos y alumnas tienen derecho a la escolarización y, sobre todo, tienen derecho a tener éxito en la escolarización en la etapa obligatoria. Lo cual no quiere decir que los estudiantes no tengan que esforzarse para aprender sino que hemos de darlo todo para que se produzca el aprendizaje. La letra con sangre entra, pero con la sangre y la ilusión del profesorado.

6.Creo que no hay conocimiento útil si no nos hace mejores personas. No debemos olvidar que fueron médicos muy preparados, ingenieros muy bien formados y enfermeras muy capacitadas en su oficio, los profesionales que diseñaron las cámaras de gas en la Segunda Guerra Mundial. Sabían mucho pero sus victimas maldijeron el día en que habían aprendido tanto. Por eso hay que formar en la escuela no a los mejores del mundo sino a los mejores para el mundo.

7.Creo en la necesidad de la coeducación como estrategia básica para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. No basta para ello la convivencia de niños y niñas en la misma institución. Es preciso ir más allá para acabar con la cultura androcéntrica de la sociedad y de las escuelas.

8. Creo que la escuela, para serlo de verdad, ha de ser inclusiva. No hay calidad sin equidad, no hay equidad sin atención a la diversidad. Hay dos tipos de alumnos y alumnas en el sistema educativo: los inclasificables y los de difícil clasificación. La diversidad es una dichosa realidad, una oportunidad educativa, una fuente de enriquecimiento, no una rémora, no una lacra, no una desgracia.

9. Creo que la naturaleza de la autoridad en la escuela ha de tener sentido educativo. Tiene autoridad aquella fuerza que hace crecer, que hace desarrollarse, que hace mejorar a la comunidad. La palabras autoridad proviene del latín auctor, augere, que significa hacer crecer. Quien humilla, silencia, machaca y destruye, tendrá poder, pero no tiene autoridad.

10. Creo que la escuela es un laboratorio de la convivencia. Aprender a convivir es una de las pretensiones prioritarias de la institución escolar. A convivir se aprende conviviendo, asimilando la idea de que todos los seres humanos, por el hecho de serlo, tienen una dignidad personal inviolable. La escuela tiene que formar ciudadanos, no clientes ni súbditos.

11. Creo que el trabajo de la escuela ha de ser colegiado ya que consiste en elaborar, desarrollar, evaluar y mejorar un proyecto de escuela que es de todos y todas, para todos y para todas.

12 Creo que la tarea de la enseñanza es intrínsecamente optimista. Es tan consustancial el optimismo a la educación como mojarse para el que va a nadar Sin optimismo podemos ser buenos domadores, pero nunca buenos educadores. La educabilidad se rompe en el momento que pensamos que el otro no puede aprender y que nosotros no podemos ayudarle a conseguirlo

13 Creo que los alumnos y alumnas aprenden de aquellos docentes a los que aman. La profesión de la enseñanza gana autoridad por el amor a lo que se enseña y el amor a los que se enseña. Para que haya aprendizajes significativos y relevantes es preciso que haya una disposición emocional hacia el aprendizaje.

14 Creo que el aprendizaje se produce cuando alguien quiere aprender, no cuando alguien pretende enseñar. Por eso es tan importante despertar el deseo de aprender, avivar el amor al conocimiento. El verbo aprender, como el verbo amar, no se pueden conjugar en imperativo.

15. Creo que el ejemplo es la forma más bella y más eficaz de autoridad. El ruido de lo que somos llega a los oídos de nuestros alumnos con tanta fuerza que les impide decir lo que decimos. Los alumnos y alumnas aprenden no solo de sus maestros, sino a sus maestros.

16. Creo que la familia es un pilar fundamental de la formación. Todas las piedras que lanza sobre el tajado de la escuela, caen sobre las cabezas de sus hijos y de sus hijas. La familia es parte sustancial de la comunidad educativa y tiene el derecho y el deber de participar en el proyecto educativo.

17. Creo que la adversidad nos puede hacer más fuertes. Con dos signos menos se puede hacer un signo más. Dos fracasos nos pueden hacer más humildes, dos errores nos pueden hacer más inteligentes, dos problemas afrontados con valor nos pueden hacer mejores personas. No olvidemos que ninguna herida es un destino.

18. Creo que la escuela tiene el deber de hacer autocrítica y de abrirse a las críticas con humildad y valentía. Tiene que poner en tela de juicio sus prácticas, hacerse preguntas y responderse a ellas con rigor a través de una investigación que permita comprender y transformar la práctica en su racionalidad y en su justicia. Solo de esa forma podrá ser una institución que aprende. La duda es un estado incómodo, la certeza es un estado intelectual ridículo. Lo que pasa es que, a veces, confundimos pereza de pensamiento con firmes convicciones

Un nuevo curso escolar. De nuevo los encuentros, los abrazos, los esfuerzos, De nuevo las ilusiones, los debates, los proyectos, los descubrimientos. De nuevo las mascarillas, las distancias, la ventilación , las vacunas, la formación de grupos burbuja… Quiero ofrecer a cada miembro del la comunidad escolar un lema que me ha acompañado toda mi vida profesional: Que mi escuela sea mejor porque yo estoy trabajando (estudiando, participando, enseñando…) en ella. Feliz curso.

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