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Ánxel Vence

Crónicas galantes

Ánxel Vence

El amor es un demonio

Una pareja realiza una ruta en la naturaleza.

Anda en lenguas, muchas de ellas bífidas, un obispo catalán que dimitió del cargo para vivir su amor con una escritora laica de novelas del género erótico y también satánico, según los más enterados del asunto.

Hay quien interpreta que el ya exprelado Xavier Novell ha sido poseído por el diablo y conviene, por tanto, someterle a un exorcismo. Y todo por echarse novia. Quizá los severos inquisidores que no paran de asediarlo desde la propia empresa a la que pertenecía Novell estén incurriendo, sin advertirlo, en el pecado capital de la envidia.

Si de exorcizar se trata, los interesados en expulsar a Lucifer (o más bien, a su novia) del cuerpo episcopal podrían probar en Galicia, tierra abundante en especialistas en este y otros géneros sobrenaturales.

En medio de las brumas del noroeste ejercieron hasta no hace mucho varios exorcistas titulados, entre los que destacaba un párroco del santuario de O Corpiño, tristemente fallecido hace algunos años. Aquel cura heroicamente entregado a la lucha contra el Maligno era capaz de sacar el diablo del cuerpo a tres mujeres en una sola sesión con la misma destreza que un odontólogo emplearía en extraerles una muela.

Nadie ignora que el Inmundo suele aprovechar cualquier descuido del ángel de la guarda para infiltrarse en sus víctimas. El maestro Álvaro Cunqueiro, que era perito en ángeles y demonios, había identificado entre otros muchos a Salomón Capitán, un diablo “de negociado” y a Ismael Florito, que le compró el alma a un coronel francés para luego dedicarse en París a los negocios de la moda. Este último se adelantó, por lo que parece, al guionista de El diablo se viste de Prada.

Contra ellos batallan los exorcistas, cuerpo eclesiástico al que perteneció, paradójicamente, el obispo ennoviado al que tantos detestan -o tal vez envidien- ahora.

Un experto en cotilleo eclesiástico sugería esos días de ahí atrás en la tele que el padrino de monseñor Novell fue el cardenal Rouco Varela, lo que no deja de añadir curiosidad y misterio al asunto. No solo por el morbo de que aquel conservador príncipe de la Iglesia promoviese -de ser esto cierto- a quien, con los años, acabaría militando en la causa secesionista de Cataluña, sin dejar de ser ultraconservador.

Más notable que eso es el dato de que monseñor Rouco, siendo arzobispo de Madrid, llegase a considerar la posibilidad de alistar a ocho exorcistas en una brigada de élite entrenada para plantar cara a Satanás. El cardenal habría decidido crear estos comandos especiales para atender a la creciente demanda de sus feligreses, temerosos -como Dios manda- de que el demonio les hiciese alguna diablura.

Coincide en este caso que el propio obispo, al que ahora pretenden exorcizar algunos, domina la técnica hasta el punto de que ejercía la función de exorcista titular de su diócesis, según informa una publicación eclesiástica de Cataluña. De ahí que un pastor protestante ducho en estos menesteres asegure que, a fuerza de vérselas con el demonio, el arzobispo catalán acabó “subyugado” por el anticristo.

Escépticos habrá que descrean de este tráfico de demonios por los cuerpos, pero tampoco es prudente bromear sobre tan delicado asunto. Ya el atormentado Baudelaire, perito en infiernos, nos recordó en su día que la mayor astucia del diablo es hacernos creer que no existe. Para fortuna del obispo ilerdense, Satanás se le ha presentado en forma de amor y novia. Normal que haya tanto envidioso dispuesto a exorcizarlo.

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