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José A. García del Castillo

LA PLUMA Y EL DIVÁN

José A. García del Castillo

Culpa y sueño, la mezcla imperfecta

Imagen de archivo de la noche INFORMACIÓN

Desde «he dormido a la pata la llana» hasta «no he pegado ojo», hay un largo camino que tiene mucho que ver con los estados de ánimo y, mucho más, con aquello que el profesor ilustró con sabiduría y erudición en su obra La culpa.

Cuando plegamos velas, después de una dura jornada de trabajo donde las rutinas, los altibajos y los vaivenes nos han hecho zozobrar o han impulsado nuestro mejor espíritu luchador, lo único que buscamos con verdadero afán y anhelo es el merecido descanso; pero un descanso tranquilo, sin sobresaltos, sin pesadillas ni enervaciones.

El de conciencia tranquila y placentera tiene muy claro que se someterá a los efluvios de Morfeo sin ningún resquemor, sabiendo a ciencia cierta que será bien tratado a lo largo de esas horas de descanso del cuerpo y del alma, por ser y estar ésta limpia de maldades. Son los que están exentos de culpa por acción y por omisión.

También están los que se desmarcan desde el polo negativo, los descorazonados, los psicópatas, los desalmados, los que carecen de conciencia, los que no tienen la capacidad de reconocer la culpa por evidente y flagrante que esta sea, que les permite dormir a pierna suelta, aunque hayan cometido la mayor de las atrocidades.

El que se considera culpable, por nimia o trivial que pudiera ser su falta, tendrá que pagar los horrores del insomnio noche tras noche hasta expirar su culpa. No es necesario que ésta sea pública y notoria, bastará con que el interfecto esté en la creencia de tenerla para que sus efectos se manifiesten con síntomas devastadores, alejados de cualquier indulgencia, cuando tenga que afrontar la noche.

Posiblemente los más dignos de consideración sean aquellos que no siendo culpables se atribuyen todas las culpas ajenas haciéndolas suyas, como empatizando con lo más negativo del alma y se convierten en auténticos serenos. Parece que la propia cultura o la religión, nos pueden impulsar a sentir culpabilidades de ficción o que se sustentan en tradiciones y creencias ancestrales, pero que son lo suficientemente potentes como para minar nuestras fuerzas y atraparnos en la noche.

El arrepentimiento, sea en estado agudo o crónico, no es suficiente para vencer la culpa, normalmente por falta de autenticidad, como aseveraba Castilla del Pino. Puede que lo más recomendable a la hora de enjuagar errores sea la autocomplacencia, el autoengaño o la reducción de importancia de todo lo que pensemos que pueda generar culpa, como inmejorables inductores del sueño.

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