Tras dos semanas de vacaciones, el día 16 de agosto me incorporé a mi trabajo en la consulta de psicología. La noche anterior apenas pude dormir, pensativo acerca de todo lo que me esperaba a la mañana siguiente. La primera semana fue horrible, me costó mucho acostumbrarme a los nuevos horarios de levantarme y a llegar a casa tarde para, en muchos casos, seguir trabajando en casa revisando los casos de mis pacientes. Mientras estoy escribiendo esto a día 10 de septiembre, todavía ando adaptándome a la vuelta. Si esto me ocurre a mí, supuestamente un adulto maduro y responsable, ¿cómo no va a ocurrirle a nuestros hijos?

La vuelta de las vacaciones es siempre un período complicado ya que implica retomar hábitos, rutinas y obligaciones diarias abandonadas durante el período estival. Esta vuelta afecta a todos incluidos, también a los padres, por lo que necesitaremos un tiempo para adaptarnos a la nueva situación. Si no somos pacientes y apoyamos en este proceso a nuestros hijos corremos el riesgo de ver empeorado el clima en casa por culpa de las discusiones y los enfrentamientos.

Para que este proceso de adaptación sea lo más fácil y rápido posible, es recomendable hacer un acompañamiento más cercano al niño sobre todo durante los primeros días. Quizás debamos ayudarle con cosas que era capaz de hacer solo antes de verano, pero si somos pacientes estos apoyos solo serán necesarios unos pocos días. Por otro lado, establecer sistemas de recompensas puede ser una buena idea para retomar las rutinas desde el principio de una manera motivadora para ellos. En este sentido, un sistema de puntos como la economía de fichas nos podría servir durante las primeras semanas de curso.

Estas medidas extraordinarias que ayuden a nuestros pequeños a una correcta adaptación en su vuelta al cole no deberían prolongarse más de 2 o 3 semanas aunque habrá que respetar los ritmos de cada niño. A partir de ese momento o cuando observemos que el niño se va adaptando, debemos ir retirando poco a poco los apoyos y las ayudas que vayamos aportando al niño para superar el período de adaptación, para que finalmente sea él mismo el que lleve a cabo todas las rutinas que son esperables para su edad.

Es normal, por tanto, que el niño experimente emociones negativas asociadas a la vuelta al colegio, pero debemos hacer más hincapié en destacar las emociones positivas y las causas de las mismas: el reencuentro con los compañeros, el comienzo en un nuevo curso, estar en el aula «de los mayores», etc. Y sobre todo, intentemos no proyectar en nuestros hijos las emociones negativas que estamos experimentando en la vuelta de vacaciones. Para las madres y padres, este periodo también es un momento complicado que genera a su vez sensación de agobio, nerviosismo y ansiedad, emociones que nos hacen menos tolerantes a los pequeños problemas y haciendo que sea más fácil explotar ante pequeñas cuestiones de nuestros hijos.

Asegurémonos de haber procesado bien nuestra propia «vuelta al cole» para así poder ayudar de una manera más positiva a los pequeños de la casa.