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Rafael Simón Gil

EL OCASO DE LOS DIOSES

Rafael Simón Gil

El alumno que superó a su maestro

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la República de Colombia, Iván Duque Marta Fernández Jara - Europa Press

Hace ya muchos años (tantos que quizá alguno de ustedes dos ni tan siquiera había nacido y sus nietos tampoco) hubo un candidato a presidente del Gobierno de España y secretario general del PSOE, José Luís Rodríguez Zapatero, que permaneció sentado, impertérrito, al paso de la bandera de los EEUU en el desfile de la Hispanidad celebrado en Madrid el 12 de octubre de 2003, es decir, hace ya muchos años. Pero no tantos para quien entonces, con 31 años, era un párvulo alumno de las filas socialistas, el hoy secretario general del PSOE y -él sí- presidente del Gobierno de España Pedro Sánchez. Aquella gallarda actitud de Zapatero negándose a rendir honores a la bandera USA (no solo evitó la humillante genuflexión de su ética figura, sino que ni tan siquiera se dignó a levantar sus posaderas del asiento) llevó las relaciones diplomáticas con el Gobierno norteamericano a sus índices más bajos. Pero la dignidad, los principios, las ideas y los gestos simbólicos están muy por encima de cualquier bandera, sea del país que sea. O dicho de otro modo para que incluso Zapatero lo entienda: si no inclino la cabeza ante una bandera, faltándole al más elemental de los respetos, es porque lo que ella simboliza es contrario a mi decencia, mis ideas, mi ideología y mis principios éticos y políticos; por eso no me levanto ni la saludo. Ergo, si mi cabeza (medio cuerpo incluido) se genuflexa más allá de lo exigible ante una bandera, por encima del protocolo más estricto, es porque lo que ella simboliza y quien me la presenta, es conforme a mis ideales, a mi dignidad y a mis principios éticos y políticos, de ahí el gesto de inclinación.

Pues hete aquí, mis dos reverenciados lectores, que esta semana Pedro Sánchez visitaba como presidente del Gobierno de España al presidente del Gobierno de Cataluña (España), su tocayo Pedro Aragonés García, de igual a igual, como representantes de dos estados soberanos. Ante tan extraordinaria visita, las decenas de protocolarios y protocolarias del Gobierno de la Generalidad recibieron a @sanchezcastejon con honores de jefe de Estado y, frente a la guardia de un pelotón de mozos de escuadra en alpargatas de gala, le pusieron la bandera de la Generalidad ante la que Pedro Sánchez no solo inclinó su augusta cabeza, sino que sometió medio torso de su esbelta figura a una reverencial genuflexión tan vasalla que daba la impresión de encontrarse en el ombligo del mundo. Aunque la norma del más elemental de los protocolos exige en casos similares -si es que viene al caso, aunque no era el caso- que las banderas que representan a dos países estén juntas ante la presencia de sus dignatarios, el Gobierno de la Generalidad de Cataluña se cuidó muy mucho de que la enseña española no estuviera presente. ¿Total para qué, si el tocayo de Pedro, el otro Pedro, no va a protestar? That is, my friends: vas como presidente del Gobierno de España a otra región española, y allí, en vez de colocar en lugar preferente la bandera de España de la que eres presidente y al lado la bandera de la región que visitas, o de la ciudad, no solo ponen la suya, la regional, sino que quitan la de España (como si en Cataluña no hubiera españoles y españolas) y encima te inclinas súbditamente. A eso se le llama diálogo; a eso se le llama que la venganza no es un valor constitucional, como en el caso de los indultos del Gobierno @sanchezcastejon. Pues ahí tienes una pequeña muestra de lo que piensan los indultados del Gobierno de Sánchez. Qué papelón, Pedro.

Pero el bochorno, la desvergüenza y el insulto gratuito y mordaz no terminó ahí. Cuando se produjo la rueda de prensa que cerraba el sumiso acto al que acudió @sanchezcastejon, y en el turno de prensa de nuestro Pedro mártir, estaban la bandera de España y la bandera de la región catalana. Pero cuando le tocó el turno al representante de la Generalidad, un propio (mandado, celador, custodio, vigilante, jefe de algo, en fin, un esforzado funcionario del separatismo catalán) acudió presto a retirar la bandera de España, no la de la región catalana, para que su señorito pudiera dirigirse al mundo sereno, seguro, empoderado bajo la sombra del único gallardete que reconocen quienes hablan de Mesa de negociación, de tolerancia y de diálogo. Qué papelón, Pedro. ¿Era necesario que los españoles y españolas que aman su bandera -como en cualquier otro país civilizado del mundo- tengan que pasar por ese acto de desprecio, de odio, de supremacismo nacionalista, de exclusión de millones de catalanes que siguen sintiéndose españoles? ¿Era necesario el desprestigio que para los ojos del mundo civilizado ha supuesto un escarnio tan visible al símbolo de la bandera? ¿Es imaginable una escena así cuando el presidente USA visita el estado de Texas o la canciller alemana va al Lander de Sajonia? ¿Cómo quiere Sánchez que se nos respete en el mundo si el mundo es consciente de que ni tan siquiera se nos respeta en España? Qué papelón, Pedro.

No olvide Pedro Sánchez que por esa bandera despreciada, ocultada y luego retirada en su visita a Cataluña han muerto millones de españoles, miles de soldados que dejaron su vida en Afganistán y muchos otros países en defensa de la libertad y los derechos humanos, especialmente los de la mujer (al separatismo catalán -al separatismo en general- nunca le ha importado; véase el entusiasta telegrama que escribió el racista Sabino Arana al presidente estadounidense por la victoria contra en España en la Guerra de Cuba). Pero qué podemos esperar de un presidente que presume de que “Aquí hemos vacunado a todo el mundo y no hemos preguntado… ni lo que votaban”. Esto lo cuentan en el mundo, incluida la Cataluña de Aragonés García, y entienden de inmediato cuál es el verdadero problema de España, su auténtica debilidad. Sí, lo han adivinado. A más ver.

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