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Antonio Gil Olcina

Ciudades alicantinas

Una imagen de Santo Domingo, eje de la historia de Orihuela los últimos cuatro siglos. LOINO

Sublevación de las Provincias (1835) y Motín de La Granja (1836) por medio, se produjo, este último año, el traspaso a Valencia de la totalidad de los partidos judiciales de Albaida, Onteniente y Gandía, pertenecientes hasta entonces a Alicante; aún así, esta provincia sobresale por el número de poblaciones elevadas, históricamente, al rango de ciudades. Son, en efecto, trece: por orden cronológico, Orihuela (1437), Alicante (1490), Villena (1525), Denia (1614), Jijona (1708), Alcoy (1843), Elche (1871), Monóvar (1901), Elda (1904), Novelda (1905), Villajoyosa (1911), Callosa de Segura (1925) y Torrevieja (1931). Tras la Sentencia Arbitral de Torrellas (1304) y Tratado de Elche (1305), Orihuela fue capital de Procuración General y, en 1366, de la Gobernación Ultra Saxonam; así pues, cuando Alfonso V la hizo ciudad (1437), era la segunda del reino, jerarquía fortalecida como sede episcopal (1564) y universitaria (1569, 1646). Su casco histórico, con amplias y refulgentes improntas levítica (cinco monumentos históricos nacionales, …) y señorial (magníficos palacios), es el segundo en importancia del antiguo Reino de Valencia. Por su inmenso patrimonio histórico y cultural, tradiciones e instituciones (entre ellas, el Juzgado Privativo de Aguas, 1275), ciudad singular e inolvidable.

En 1564 Martín de Viciana refería: “…el católico rey don Fernando teniendo mucho miramiento a la villa de Alicante y a su castillo, y que de cada día crecía en mayor número de vecinos, con un privilegio dado en Córdoba a 26 de julio año mil cuatrocientos noventa levantó y alzó la villa de Alicante en ciudad, dándole título de honor: diciendo que fue movido a insignir, decorar e intitular del nombre de ciudad a Alicante: porque la veía crecer de cada día mucho: y que los vecinos de ella le habían servido y servían valerosamente en la guerra de Granada…”. Tras la reestructuración administrativa del Reino de Valencia, Alicante fue cabeza de una de las gobernaciones dieciochescas y luego capital de la efímera provincia nacida del Decreto de las Cortes de 3 de marzo de 1822; volvería a serlo en la nueva división provincial por Decreto de 30 de noviembre de 1833, que refrendaría el Ministro de Fomento Javier de Burgos.

Tercera en antigüedad de las ciudades hoy alicantinas, Villena se agregó a la provincia, procedente de la de Albacete, en la susodicha reorganización de septiembre de 1836. Yacimiento relevante del Bronce (Tesoro de Villena), territorio murciano fronterizo, estado de los Manuel, fue luego cabeza de un extensísimo marquesado creado por Enrique II (1366) y confiscado por los Reyes Católicos (1476), quedando adscrita Villena al Reino de Murcia. La plaza prestó decidido apoyo contra las Germanías; por este destacado servicio, Carlos I elevó la villa de Villena al rango de ciudad en 1525.

Colonia focense, población romana, taifa musulmana, Al-Idrisi resaltó, en el siglo XII, la actividad de sus atarazanas y un tráfico portuario de lejanos horizontes; conquistada por Jaime I (1245), fue capital del marquesado otorgado al linaje castellano de los Gómez de Sandoval, que habían apoyado a Fernando I (Caspe, 1412). De la descendencia sobresalió Don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, marqués de Denia, duque de Lerma, virrey de Valencia y valido de Felipe III tres lustros (1598-1612). El monarca, asiduo casi de Denia, la hizo ciudad en 1614. Cabeza de gobernación en el setecientos, de ella dependieron la ciudad de Gandía y, entre otras, las villas de Guadalest y Oliva; en 1804, Denia, su término y puerto fueron incorporados a la Corona.

Topónimo muy nombrado Jijona, por su condición de referencia divisoria: primero, entre los reinos musulmanes de Murcia y Valencia; después, entre las gobernaciones generales de Citra Saxonam (Del lado de acá de Jijona) y Ultra Saxonam (Del otro lado de Jijona), con capitales respectivas en Valencia y Orihuela. De su término general se separaron sucesivamente, las universidades, luego villas, de Ibi (1578) y, ya ciudad, Torremanzanas (1794). Al producirse la decisiva victoria de Almansa (1707) y la entrada del duque de Berwick en Valencia, Felipe V resolvió castigar rebeldías y premiar lealtades; entre estas, la de Jijona, a la que el monarca ascendió de villa a ciudad en 1708.

Antes que ciudad, Alcoy fue capital de una extensa gobernación dieciochesca, a la que pertenecieron otras diez villas y veintidós lugares. Circa 1845, en aserto del corresponsal de Madoz, “…Alcoy es quizás en el día la primera población manufacturera de España… el número de brazos en esta población es insuficiente, á pesar de ser más populosa que la capital de la provincia… Las primeras materias vienen de fuera… Fue hecha ciudad de villa que antes era por los acontecimientos de 1843”. Al igual que en Barcelona, los patronos y obreros de Alcoy se unieron en defensa de las prohibiciones de importación, de manera que creció con rapidez la hostilidad al Regente; esta era la situación cuando Narváez desembarcó en Valencia, se dirigió a Madrid y obtuvo la incruenta victoria de Torrejón de Ardoz (22 de julio de 1843) sobre Espartero, que marchó al exilio. En 1844 el General Narváez iniciaba la década moderada y en ella Alcoy robustecería su condición de ciudad industrial.

Con la tradición más que bimilenaria de la Dama, parte del reino musulmán de Murcia, territorio castellano adscrito al de Valencia (1305), Elche fue el gran señorío otorgado por los Reyes Católicos a Gutierre de Cárdenas. Con sus sucesores mantuvo la villa largos y sonados pleitos; de las prestaciones dominicales se libraría, de hecho, en 1835 y de derecho en la segunda mitad de la centuria por rescate (1851-1855) y prescripción. Amadeo I elevó, en 1871, la histórica villa a ciudad, universalizada hoy por dos Patrimonios de la Humanidad.

La baronía de Monóvar pertenecía, en 1609 al tercer duque de Pastrana; sucedió luego la casa ducal de Híjar, única llevadora del diezmo hasta su supresión (1841); antes, al amparo de la Constitución de 1812 (art. 310), con más de mil almas, el populoso anejo de Pinoso se convirtió en municipio. Abolida las jurisdicciones señoriales (1811), el desarrollo económico auspició la promoción de Monóvar a cabeza de partido judicial (1834) y el año 1901, bajo la regencia de Mª Cristina de Habsburgo-Lorena, subió a ciudad.

Un jovencísimo Alfonso XIII otorgó, en 1904, a Elda el título de ciudad. Motor prácticamente exclusivo, no sin altibajos ni crisis, del engrandecimiento de Elda ha sido, desde finales del siglo XIX, la industria del calzado, especializada en zapato femenino. Años de auge conocieron una fuerte corriente inmigratoria que traspasó límites provinciales y alcanzó tierras manchegas y andaluzas. Más de medio siglo hace que Elda y Petrel son una conurbación, de la que es testimonio inequívoco el Barrio de la Frontera. Un año después que Elda, en 1905, se transformaba en ciudad Novelda, antigua villa de señorío (marqueses de La Romana) que contaba con rica e influyente burguesía comercial (vino, azafrán) y de negocios, capitaneada por Doña Antonia Navarro Mira, poseedora de espléndidas mansiones modernistas. Sin duda, el ascenso a ciudad debió mucho a la sintonía política y privilegiada relación de su yerno Don Antonio Gómez-Tortosa con Canalejas, presidente entonces del Congreso (1905).

Villa real, plaza fuerte y fortificada frente a corsarios y piratas, Villajoyosa, la Vila, fue cuartel de la compañía de caballos que defendía el litoral de las incursiones berberiscas. A la agricultura (regadío del Amadorio, pantano de Relleu) los vileros o jonenses sumaron pronto una gama de actividades diversas (marinería, pesca, arriería, confección de jarcias, astilleros de ribera, … y, después, elaboración de chocolate, turismo). La concesión del título de ciudad por Alfonso XIII, el 6 de abril de 1911, no fue ajena a las gestiones de su diputado a Cortes José Jorro Miranda, futuro conde de Altea (1920), destacado político conservador, datista de filiación y devoción.

En el piedemonte de la Sierra de Callosa, sobre un amplio abanico aluvial, se asienta Callosa de Segura; con emplazamiento arriesgado, convertidos barrancos y ramblas en calles. Segregada de Orihuela como universidad alfonsina por Felipe II (1579), Felipe IV (1638) la hizo villa real y Alfonso XIII, tras visitarla el 4 de abril de 1925, la elevó a ciudad el 10 de noviembre siguiente. Municipio agrícola (Acequias de Callosa y del Mudamiento), sumó a esta actividad una tradición manufacturera (alpargatas, cuerdas, redes) vinculada al cultivo del cáñamo; desaparecido este por la competencia del yute y fibras artificiales, la industria, redes en particular, conoció una interesante adaptación. Torre vigía de las incursiones berberiscas, Torrevieja debe a este origen su nombre. Conjurado el peligro pirático (1782-1785), en 1802 se trasladó allí la administración de las salinas; segregada sin término de Orihuela, el sismo de 1829 arruinó la incipiente población, reconstruida con traza de Larramendi. Al tráfico nacional, incluida Cuba, e internacional de sal se añadió una temprana función turística, como lugar de veraneo tradicional de acomodadas familias de Orihuela y Murcia. El penúltimo gobierno de Alfonso XIII, presidido por el General Berenguer, concedió a Torrevieja el título de ciudad el 4 de febrero de 1931.

Si a estas ciudades sumamos villas que, por su importancia turística, nombradía internacional o solera, planta y efectivos demográficos, son auténticas urbes (Benidorm, como ejemplo prototípico), resulta la extraordinaria y envidiable red urbana de la Provincia de Alicante.

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