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Marc Llorente

Erupciones políticas

Carles Puigdemont

Antes de la retención del eurodiputado Carles Puigdemont en Cerdeña, se sabía que ERC advierte de que, si fracasa la mesa de diálogo, el Gobierno naufragará y abrirá el camino al PP y a Vox, que se dan la mano con rumbo hacia donde corresponda. El diálogo va a seguir en pie como esencia de la democracia, pero la tensión que reina en el independentismo prospera por una razón u otra. En este caso por las aventuras y desventuras del expresidente. Y en lo referido a la negociación, Aragonés sabe que ésta no puede sacar los pies del tiesto constitucional. Que no hay otra posibilidad y que no se pueden pedir peras ni autodeterminación al olmo de lo inviable.

El márquetin cumple su trabajo para contentar (o disgustar) a los feligreses independentistas, y la mesa es el atrezo de una representación necesaria, pactada entre el Ejecutivo y la Generalitat para ganar tiempo y beber tila, no sea que el volcán (el otro) entre en erupción y la lava arrase. Si no hubiese ningún pacto razonable ni compromiso dentro de la legalidad vigente, triunfarían la decepción y el fracaso de la izquierda en beneficio de las dos derechas. No parece que eso y más raciones de crispación puedan contribuir a mejorar la situación de Cataluña.

Imaginen la receta de los populares y de Abascal contra los «enemigos» de España. Intolerancia y exclusión hacia aquello que sea diferente. Ese es el triste modelo social de algunos. La convención nacional del PP no ofrece dudas con su «proyecto alternativo» que ahonda en la desigualdad y encumbra las libertades (reales) y el provecho de unos pocos. Jueces a su servicio desde hace años y tramas de corrupción que siguen vivas o durmiendo. Tanto monta, monta tanto, Isabel Díaz Ayuso como Pablo Casado. Guerra incluida entre ellos, y los «niñatos y chiquilicuatres de Génova», según la exlideresa Aguirre, escudera de su pupila, la presidenta de Madrid.

Ahora bien, como ha dicho Errejón en la presentación de su libro «Con todo. De los años veloces al futuro», no es cuestión de movilizar al personal metiendo miedo, sino a través de la expectativa y la confianza de que las cosas se pueden hacer de otra forma. Imprescindible para que el Gobierno revalide en las próximas elecciones. «Hay que hacer política en primavera sabiendo que llegará el otoño», dice el diputado de Más País y exdirigente de Podemos. Ideas de tolerancia y fraternidad expuso Pedro Sánchez recientemente en la sede de la ONU.

De entrada están el asunto de los presupuestos generales y las divergencias entre socios de coalición. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, es partidaria de una amplia reforma fiscal, contemplada en el acuerdo de Gobierno. Subidas del impuesto de sociedades y del IRPF de las rentas altas. El estado del bienestar requiere financiación, pero Hacienda, sin embargo, sigue corriendo a cámara lenta. Enfría el vital asunto y espera las conclusiones del comité de expertos sobre la reforma tributaria. O sea que hasta finales de febrero de 2022 no se sabrá el resultado.

Podemos insiste también en la necesidad de conseguir un acuerdo en materia de vivienda como condicionante para aprobar los presupuestos. La cuestión es intervenir los precios abusivos de los alquileres, circunstancia que sigue bloqueada. En ese marco de negociación presupuestaria, «el voto a favor de Esquerra se suda», afirma el diputado Rufián mientras el ministro de Presidencia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, seca su frente. Es de esperar que termine habiendo fumata blanca y que los presupuestos canten victoria después de sudar la camiseta.

Por cierto, la erupción política se activa con el expresidente catalán, que no está ni huido ni fugado, porque salió legalmente de España, aunque las malas lenguas digan que se escapó en un maletero. Ni pesaba sobre él ninguna orden de detención ni diligencia alguna. El caso es que sigue sometido a la jurisdicción de la justicia europea. Y recuérdese que el Parlamento Europeo y después el Tribunal General de la Unión Europea le retiraron la inmunidad parlamentaria y se dio por suspendida la euroorden. Podía ejercer su actividad sin el peligro de que un país miembro pudiera detenerle o retenerle como ocurrió el otro día. El TJUE puede restituirle la inmunidad.

Los trámites de extradición y entrega a la desprestigiada justicia española parecen cada vez más imposibles. En el fondo, la sedición de los líderes del independentismo fue más bien una parodia. Un simulacro. El Consejo de Europa defiende la medida de gracia y la reforma de ese delito. La bufonesca representación colectiva requiere, a no tardar mucho, un punto final. Cuantos menos volcanes haya activos, mejor para todos.  

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