«Entréme donde no supe: y quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo» San Juan de la Cruz (1542 -1591), religioso y poeta místico español.

En una de sus habituales epifanías, el president Ximo Puig anunciaba hace unos días que el Centro de Investigación del Envejecimiento se instalará en Elche. Más concretamente en una especie de polígono digital (lo de digital se refiere a las actividades que albergará, el polígono en sí será material como todos, con sus naves, sus calles y sus farolas) que brotará y florecerá en el entorno de IFA como si de amapolas en un trigal se tratara. Ese mismo entorno en el que muchos años atrás se imaginaron hoteles e instalaciones y equipamientos diversos, incluido el palacio de congresos provincial (la perspicaz directora general actual, Esther Guilabert, ha desempolvado la maqueta de todo aquello, por si se la piden).

Una gran noticia, sin duda, sea lo que fuere que acabe siendo ese futuro centro y se ponga en marcha cuando se pusiese. Puig ha dicho que será referente nacional en asuntos de la senectud, con la implicación del ministerio de Ciencia e Innovación y todo. Al menos el campo de investigación al que dedicará sus esfuerzos este eventual organismo está claro en su enunciado, no como sucede con el centro de moda y diseño y/o tecnologías habilitadoras o/y «learning factory» del antiguo edificio de Correos, que todavía andan en la conselleria dándole vueltas a su cometido, competencias e incluso denominación. En cambio cuando se habla de envejecimiento, todo el mundo sabe (más o menos) qué hay que investigar: cómo vivir más y mejor. Y punto.

En cualquier caso, hay que reconocerle al president que aunque siga sin soltar un euro de la deuda histórica por los terrenos de la UMH (deben de seguir redactando el documento al que se refirió Carlos González hace varios años), al menos anuncios de creación de organismos en el municipio ilicitano ya lleva unos cuantos: a los dos mencionados hay que añadir la oficina de protección del territorio, que ya cuenta con director, aunque todavía no tiene ni sede ni personal. Por algo se empieza. En el caso del centro de la edad provecta la cosa tiene mucha más enjundia porque más allá de su relevancia científica y su impronta dinamizadora de la economía y la longevidad, se trata del primer organismo que se anuncia para Alicante y viene (esperemos) finalmente a Elche. Solo por ese hecho sin precedente en los anales de la historia de ambas ciudades es doblemente bienvenido.

A González le ha faltado tiempo para salir a aplaudir con las manos y las orejas la decisión del Consell, después de tantos agravios y menosprecios hacia la tercera ciudad de la Comunitat y tal y tal. Sin embargo, su homólogo alicantino, Luis Barcala, se ha sentido traicionado en su sincera predisposición a cooperar, colaborar y mancomunar metropolitanamente con Elche siempre que sea desde la lealtad institucional y que no le quiten cosas. «¡Lo que nos faltaba! ¡Agraviados por Valencia y ahora también por Elche!», dicen que dijo. «La única manera de borrar esta nueva afrenta del Botànic II es que nos den el Centro de Tratamiento de Datos o algo de un tamaño similar», infirió, con mayor énfasis aún si cabe.

Si Puig no desagravia como es debido a la ciudad de Alicante, cuentan que Carlos Mazón estaría dispuesto a que la Diputación que preside (además del PPCV) erija otro centro de investigación, en este caso del rejuvenecimiento, en el puerto. Si no quedasen ya espacios libres en tierra firme portuaria, no descarta recuperar para tal cometido el barco-restaurante que fondeó durante décadas en la dársena frente a la Explanada. De todos y todas es sabido lo mucho que les gusta el mar y los barcos a la gente mayor (y no digamos a los investigadores). Así, con esta inversión, Alicante y Elche no solo complementarían su oferta y competitividad en palacios de congresos sino también en avances en epigenética y gerontología.

Pero por una de esas casualidades de la vida (o lo que Jung llamó sincronicidad: la simultaneidad de dos sucesos vinculados en esencia pero de manera no causal), aconteció que mientras Puig hacía solemnemente este y otros anuncios en Les Corts, en otro centro, el de congresos ilicitano, tenía lugar el primer pleno del curso político. Las ansias por reencontrarse tras las vacaciones eran tantas que la sesión duró casi diez horas, llevando a sus señorías al borde de la inanición y a muchas vejigas al límite de su resistencia. Sin embargo, las ganas de debatir, rebatir, replicar, objetar, criticar y argüir pudieron con las funciones fisiológicas y allí que siguieron y siguieron con sus circunloquios, perífrasis y oraciones intransitivas, ajenos al mundo exterior (y el mundo exterior ajeno también totalmente a ellos), como si no hubiera un mañana ni otra sesión el mes siguiente.

No es de extrañar que entre los ediles (e incluso el propio alcalde, que aguanta lo suyo gracias al entrenamiento deportivo) se detectaran al finalizar la sesión casos de vista borrosa, zumbidos en los oídos e incluso alucinaciones. Por ejemplo, a la edil de las finanzas, Patricia Macià, un ciudadano dice que la vio camino de casa, a las tantas de la noche, absorta y abstraída, musitando: «Subir o no subir impuestos, esa es la cuestión. ¿Qué es más reconfortante para el espíritu y el bolsillo: sufrir los golpes y dardos de la insultante oposición, o congelar arbitrios contra un piélago de reparos de Intervención y, haciéndoles frente, aprobar las tasas? ¡Morir..., dormir; no más!». Pablo Ruz también dicen que sufrió un vahído momentáneo durante el cual se creyó que ya era alcalde y mientras recuperó la conciencia tuvo tiempo de dictarle a su segundo, José Navarro, un total de 221 decretos, proyectos y licitaciones, incluidos el del nuevo mercado central en Candalix y el palacio de congresos en el aparcamiento del Filet de Fora. Como estos, más casos.

Y es que con tantas horas de debate, y dicho todo lo que había que decir a favor y en contra de la actualización fiscal (que no fue ni más ni menos, palabra, coma y punto, lo mismo que el año anterior y el otro), hubo que recurrir a asuntos personales. Así, la edil socialista de Transparencia, Puri Vives, en correspondencia a su cometido municipal y al pertinaz interés de los populares por las finanzas, en este caso las particulares de la concejal, dio una transparente explicación de por qué parte de su sueldo va a pagar una antigua deuda como avalista. O la portavoz de Vox, Aurora Rodil, que detalló por qué agentes de la Policía Local le pusieron una multa por llevar el carné de conducir caducado desde hace más de un año...

O el momento estelar de Ruz al confesar (a propósito de una moción de condena de la elegetebeifobia), en un arrebato de catártica sinceridad propiciada sin duda por el ambiente de introspección personal que se vivía a esas horas en la sesión plenaria, lo mal que lo pasó su familia y en particular su abuela cuando en sus años de colegial en los salesianos algunos compañeros abusones le llamaban con inquina «maricón» (al parecer porque no jugaba al fútbol, aunque no lo aclaró). De ahí su solidaridad con el colectivo, aunque prefiere que no se le llame colectivo, ni grupo, ni conjunto, ni comunidad… ¿Camarilla? Tampoco. Bueno, pero se solidariza con cada una de esas personas que padecen agresiones homófobas, porque vivió en sus carnes el bulling a una edad tan temprana y eso marca. Seguiremos atentos por si hay más revelaciones al respecto en un próximo pleno.

En fin, que nos vendrá muy bien un centro de investigación del envejecimiento, por si estas maratonianas sesiones plenarias se prodigan. Y si podemos traernos también el centro de datos, mejor, aunque proteste Barcala. Por si acaso.