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Antonio Sempere

Presencialidad

El teletrabajo cae a la mitad en un año.

Vuelve la presencialidad a la Administración. El teletrabajo va mermando en porcentaje. Se habla de ponerle un tope del 20%. A algunos les parece poco. Prefieren seguir en casa. En este año y medio hemos escuchado opiniones para todos los gustos. Algunas disparatadísimas. Querían estar en casa como en Hawai cobrando más: que el Estado les pagase, amén del sueldo, la luz consumida por el equipo informático (por aquel entonces la factura no había subido), el material de oficina, y la conexión con Internet. No tenían en cuenta lo que ahorraban de coche y parking cuando el trabajo estaba a 15 km. de su residencia ni otras menudencias.

Vuelve la presencialidad y allá cada cual con su conciencia. Habrá quienes durante estos dieciocho meses habrán dado el do de pecho, como lo daban antes de la pandemia y como lo seguirán dando hasta que se jubilen, y seguirán los especialistas en escaquearse, en decir “eso no me corresponde a mí, porque todo lo que no sea mover ese papel más allá de este metro cuadrado no me corresponde a mí”, los que conviertan la pausa del cafelito en una señor desayuno, los que tratan de hacer la vida más agradable al compañero y quienes suponen una carga más que un alivio.

Intramuros, en todos esos edificios de la Administración a los que los mortales no hemos podido tener acceso, pese al material sensible que allí se gestionaba (Seguridad Social, consultas de Atención Primaria y de Especialistas, Bienestar Social…) habrá habido de todo. Profesionales que lo han dado todo, quienes se han relajado y quienes han hecho mucho menos de lo que debían. El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor. También en la Administración.

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