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Antonio Sempere

EL TELEADICTO

Antonio Sempere

Nuria Roca

La presentadora Nuria Roca. EP

Lo mejor del estreno de La Roca fue ver a Mercedes Milá riñendo a Nuria Roca el mismísimo día de su puesta de largo. Resulta que el retorno del sonido fallaba, y hasta que llegaban las preguntas a su destinataria, que las recibía tan ricamente desde su casa de Menorca, se producía un silencio que parecía eterno. La Milá, genio y figura, no se cortó un pelo. «Esto lo tenéis que arreglar, ¡que vais los primeros!». Se refería a Atresmedia, claro, que ha desbancado del liderazgo de las audiencias a Mediaset.

La cuestión es que La Roca no difiere demasiado a otros programas que hemos visto en La Sexta. La misma mesa de invitados, los mismos contertulios y contertulias, o primos hermanos de los de siempre. El mismo perfil de invitados. Idéntica manera de realizar las conexiones, de atender a los temas que suben la curva de audiencia (generoso espacio a los directos con la isla de La Palma) y ganas de transmitir en el espectador la sensación de que todo va rápido, de manera que a pesar de que el programa dure más de cuatro horas, apenas dé tiempo de profundizar en nada. Y a que sobrevuele todo el rato la sensación de banalidad. Dos de los principios más tristes de la televisión comercial de hoy en día.

Recuerdo con añoranza los programas ómnibus de las tardes dominicales. ¿Los mejores? Fantástico, de José María Íñigo, y Todo es posible en domingo, de Juan Antonio Fernández Abajo. En ellos sí cabían contenidos muy diversos, en las mismas cuatro horas de duración. Qué pena que desde que llegaron las privadas TVE se desentendiese de sus festivos emitiendo tres películas por la tarde y otras dos por la noche. ¿El resultado? Un nulo servicio público.

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