Es 13 de noviembre de 2015 en París. Suenan disparos y se oyen bombas por la ciudad. El miedo atenaza las calles parisinas, y una pantalla (que después es una ventana) acoge imágenes reales de personas huyendo de la sala Bataclan. En las redes sociales se hizo una llamada de atención para facilitar el acceso a un lugar seguro donde alojarse, motivo que empujó a Emma Riverola a escribir este encuentro entre dos personajes, una mujer y un hombre musulmán, interpretados por Cayetana Guillén Cuervo y Ayoub El Hilali, actor catalán de origen marroquí. Lo que de entrada parece teatro documento es casi una excusa que da pie al intercambio verbal. Los desconocidos, con dos culturas y creencias distintas, van conociéndose durante esa triste noche. La desconfianza se va transformando en distensión. Y la tensión de ella contrasta con la sobriedad de él. Viven los papeles y los muestran a la vez bajo la dirección de Abel Folk, que incluye algunos efectos visuales, mediante los movimientos diseñados por Ariadna Peya, para envolver las voces con una estética más llamativa y teatral en el ambiente del espacio sonoro y de una simplificación escénica acentuada. Firmemente, la protagonista y el antagonista encauzan al público por esta travesía. Así es el alma de la pieza apoyándose en una situación única que, como es lógico, rechaza cualquier forma de terrorismo. El dolor, la soledad y la ternura florecen en una oportuna obra donde el juego de apariencias interviene al igual que puede hacerlo en la propia realidad. ¿Puede ser el joven un terrorista huido? Afirma que se siente seguro. El poder de la palabra nos une frente a la crueldad, los extremismos o la discusión. Y eso es Puertas abiertas, una especie de teatro de ideas con alusiones sobre la moralidad, la religión o la ética. Describen sus particulares historias salpicadas por violencia de género o el horror de las guerras, pero no se ahonda en la problemática referente a la índole de los atentados, que solo son un punto de partida. No se llenó el Principal.
