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María Pomares

Un esperpento que nos lleva al farolillo rojo

La ministra de Hacienda y Función Pública, María Jesús Montero, interviene en una rueda de prensa tras la entrega del Proyecto de Ley de Presupuestos del Estado de 2022, a 13 de octubre de 2021, en Madrid, (España). Eduardo Parra - Europa Press

Que la quinta provincia en habitantes -la de Alicante- esté en la última posición en inversión per cápita -puesto 52, que se dice pronto- entraría muy bien en la definición de esperpento. Los que se han dado en llamar los presupuestos de la recuperación nos relegan al farolillo rojo, con el matiz de que la pandemia ha castigado de forma especial a nuestro tejido productivo, y el incremento de costes energéticos, materias primas y fletes ha hecho el resto. Se agradece, pues, que el president, Ximo Puig, haya estado hábil y haya anunciado que va a compensar el recorte de inversiones que va a sufrir Alicante en los presupuestos con los 300 millones que gestionará directamente el Consell. Ahora bien, ¿qué han hecho nuestros políticos, nuestros empresarios, nuestra sociedad civil? ¿Qué estamos haciendo todos? Esos diputados que hasta hace nada se daban golpes en el pecho de lo mucho que pintaban en Madrid cuando estaban más preocupados de amarrarse su futuro, o esos otros políticos que siguen a pies juntillas los argumentarios de sus gerifaltes sin cuestionar si lo que dicen no sólo no nos beneficia sino que nos perjudica, o esos regidores cuyo complejo de inferioridad les lleva a boicotear cualquier tipo dQe alianza que sume, o esos supuestos líderes empresariales que prefieren no meterse en charcos por si una palabra mal dicha los apea de esa posición o perjudica a su firma, o esos otros dirigentes que ven los cargos más como una plataforma personal que como una plataforma colectiva… Y, lo peor, todo con la complicidad de todos y todas. De poco sirve quejarse hoy de que una vez más maltratan a la provincia en los presupuestos y que las infraestructuras son insuficientes y, pasada la pataleta inicial, esperar al año que viene. Al menos, queda el consuelo de que, alcanzado el puesto 52, es complicado caer más bajo.

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