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La encuesta

Era una opinión condicionada por la incorporación masiva a la cultura urbana, abandonando antiguos métodos rurales

Una calle comercial del centro de Alicante

Antes se decía que las previsiones meteorológicas siempre fallaban. Era una opinión condicionada por la incorporación masiva a la cultura urbana, abandonando antiguos métodos rurales. Hoy ya no se dice tanto: nos hemos adaptado a algunos rudimentos de la complejidad meteorológica y a aceptar su ciencia de la complejidad. Y, sin embargo, tengo comprobado que, aún hoy, yerran más las previsiones de lluvia que las de que hará sol. Le tengo que preguntar a Jorge Olcina por qué pasa eso, con lo necesitados que estamos de agua para todos. Pero me parece, en mi ignorancia, que la expresión porcentual de la previsión hace que sea más fácil predecir que ahí arriba no haya nada, que prever muchas nubes, agua, tormentas o rayos. Por no hablar del traidor, invisible viento. O sea, que fallar alguna vez no significa que fallen siempre. O sea: que aciertan mucho más que fallan. Pues lo mismo con las encuestas. Siempre y cuando estén hechas con criterios técnicos adecuados para enfrentarse a dinámicas caóticas. Decir otra cosa es como indicar que los meteorólogos sólo aciertan cuando su previsión coincide con mi preferencia. La confusión se incrementa cuando la inflación de encuesta se han convertido en un subgénero de la literatura de misterio, para voraz consumo de aficionados en prensa digital y feroz pasatiempo de cuñados con vocación de tertulianos.

Así, la encuesta publicada en este diario con ocasión del 9 de octubre. Mucho puede extraerse de ese estudio. A mí, lo que más gracia me hace es comprobar que el llamado “conflicto lingüístico” es percibido como más grave en València y Castelló que en Alicante/Alacant. Lo que pone de relieve lo artificial que es dar una desmesurada relevancia informativa a cada problema que haya, como si fuera la fin del mundo. Más seriamente, el apoyo decidido de la población a las medidas anti-covid, incluyendo la apreciación de que se hubiera aceptado más rigor en el confinamiento, también merecería una reflexión de los líderes de los heraldos del sector turístico, convencidos de que aquí estábamos al borde de otra rebelión de las tabernas. Pero, en fin, esto son cosas que pasan y el rencor no debe perdurar más que dos o tres días tras leer las encuestas. En todo caso es de desear que los políticos y los periodistas lean con atención

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