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Antonio Balibrea

La crisis de las dimisiones

Joe Biden.

En Estados Unidos se empieza a comentar lo que algunos han llamado “Great Resignation’, la “gran renuncia”, como definen las cuantiosas dimisiones de los puestos de trabajo, hasta el punto de empezar a convertirse en un fenómeno social que invita al estudio y seguimiento. Lo acompañan con datos, en agosto cuatro millones de trabajadores renunciaron, en USA, a sus puestos de trabajo. La cifra llega a veinte si se mide desde abril. Muchas de estas renuncias al empleo tuvieron lugar en los sectores minorista y hotelero, y los empleados optaron por no participar en trabajos duros y de bajos salarios. Pero las renuncias abarcan un amplio espectro de la fuerza laboral estadounidense. Los “renuncias”, como los denomina la Oficina de Estadísticas Laborales, están aumentando en casi todas las industrias.

Hemos leido a menudo de los efectos psicológicos de la pandemia y sobre todo por el confinamiento forzoso y por las limitaciones en las relaciones sociales. Probablemente hay más. La situación ha que nos ha llevado el COVID-19 puede haber significado también una revolución en las expectativas de los trabajadores. Durante décadas, al menos desde los ochenta, ha sido una época en que ha dominado el trabajo con largas jornadas, informal, precario, y temporal, mas en USA que en Europa.

Con la pandemia el sector sanitario ha descubierto la importancia de su trabajo. Pero no solo ellos, los trabajadores de la distribución, de la producción de alimentos, incluso de los medios de comunicación, han revalorizado su tarea y certificado su papel esencial en esta situación. En España los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE’s) han sido claves para mantener y financiar el confinamiento. En Estados Unidos el gobierno también, gracias a varios cheques de alivio de la pandemia, una moratoria de alquiler y la condonación de préstamos estudiantiles, todos, especialmente si son jóvenes y tienen bajos ingresos, tienen más libertad para dejar unos trabajos que aborrecen y saltar a otros.

La pandemia llevó a las familias de trabajadores, cualificados principalmente, a un estilo de vida confinado en el hogar con trabajo online, trasladándose a zonas rurales o fuera de las grandes áreas metropolitanas. Hoy en día, más familias trabajan en casa, cocinan en casa, comen y cuidan de los niños en casa, incluso educan a sus hijos en casa. Esta situación, es sin duda un nuevo equilibrio entre el trabajo y la vida familiar. Con la pandemia, el éxito laboral y profesional probablemente ha perdido la centralidad que tenía y la pandemia ha inducido un nuevo equilibrio entre la vida profesional y familiar. A la par, los trabajadores no cualificados han descubierto la importancia y el papel que han jugado en esa situación y la pandemia puede haber degradado el trabajo como la pieza central de su identidad. Los trabajadores parecen reconsiderar los límites del valor de las funciones del jefe y del trabajador, tiempo familiar y tiempo laboral, hogar y oficina. Si antes la oficina, o la fábrica, servían para muchos como la última comunidad física que quedaba, especialmente cuánto la comunidad religiosa o asociativa habían disminuido. Ahora entre la pandemia y los trabajos online las relaciones en los lugares de trabajo se están debilitando. Sin duda hay también motivos económicos. Las decisiones políticas en Estados Unidos o en Europa refuerzan la posición de los sindicatos. Las limitaciones a la inmigración favorecen las subidas salariales, la posibilidad de elegir empleo, y aceleran “la gran dimisión”.

El fenómeno está en Norteamérica y en Europa (Washington Post, “La “gran renuncia” se globaliza” Isshaan Tharor, 18-X-2021), según los datos recopilados por la OCDE que agrupa a la mayoría de las democracias industriales muestra que, en sus 38 países miembros, hay alrededor de 20 millones de personas menos trabajando que antes del coronavirus. De estos, 14 millones han salido del mercado laboral y se clasifican como “no trabajan” y “no buscan trabajo”. En Alemania, también en China faltan trabajadores cualificados. En España podemos leer diariamente las demandas de trabajadores en hostelería, restauración, distribución o construcción; los trabajos más duros y peligrosos tendrán que mejorar sus ofertas de empleo. En Latinoamérica y en general en países con rentas más bajas y con menor protección social la pandemia ha agravado las condiciones de empleo.

La crisis empezó siendo sanitaria, tiene sus aspectos económicos tanto en la demanda como en la producción, en los mercados nacionales o globales; los efectos sociales se plasmarán, lentamente aunque con más calado, en la vida cotidiana. Es cuestión de observar.

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