El 25 de octubre se celebra el Día Mundial de la Ópera para promover el valor cultural de este género, rendir homenaje a los creadores e intérpretes y destacar su importancia como sector de especial relevancia en la economía. La ópera contribuye a ponernos en contacto con las emociones universales, a abrir mentes, desarrollando la tolerancia y la comprensión. Porque esa maravilla extemporal llamada ópera une a gentes de todos los continentes que han llegado a amar la ópera por los más diversos caminos, convergentes allí donde las emociones de los aficionados se desbordan y los aplausos y ovaciones pueden ser indescriptibles, más allá de cualquier otro espectáculo, como los 80 minutos que Plácido Domingo consiguió en una de sus interpretaciones del Otelo de Verdi, realizada en Viena, saliendo a escena 101 veces para agradecer al público tan gran reconocimiento.

La palabra «opera» significa 'obra' en italiano, porque combina las artes del canto coral y solista, declamación, actuación y danza en un espectáculo musical y escénico total. Seguramente el acontecimiento cultural más completo que existe. La primera composición considerada ópera fue escrita en Florencia durante 1597 y se ha perdido. Euridice, de 1600, es la primera ópera que ha sobrevivido. Pero el honor de ser la primera ópera que aún se representa regularmente le corresponde a L'Orfeo de Claudio Monteverdi, compuesta para la corte de Mantua en 1607. Aunque fue en Venecia donde Monteverdi contribuyó a la propagación popular de la ópera organizando representaciones en teatros de esa ciudad, allí estrenó en la década de 1640 sus últimas óperas, Il ritorno d'Ulisse in patria y L'incoronazione di Poppea.

También Nápoles se convirtió en otro núcleo operístico importante, con los famosos castrati, como Farinelli y Senesino, interpretando largas arias en las que desarrollaban su virtuosismo vocal, siendo altamente demandados por toda Europa. La ópera italiana fijó el modelo barroco y los libretos italianos fueron la norma. De ellos se valió Handel, que era alemán, en las numerosas óperas que compuso para las audiencias londinenses. En esta época los principales compositores italianos de ópera fueron el siciliano Scarlatti, el veneciano Vivaldi y el napolitano Porpora

Pero como la ópera barroca llegó a una exageración a veces ridícula, en el siglo XVIII el alemán Gluck sostuvo que todos los diversos elementos operísticos —música (instrumental y vocal), ballet, y puesta en escena— debían subordinarse al drama, dándole una «bella simplicidad». Así lo demostró en Orfeo ed Euridice, donde las líneas vocales son apoyadas por armonías simples y una presencia orquestal notablemente más rica de lo usual.

Mozart, por diversas razones el sucesor de Gluck, combinó un magnífico conocimiento del drama, armonía, melodía y contrapunto para componer operas que permanecen entre las más populares, amadas y conocidas del repertorio, especialmente Così fan tutte, Le nozze di Figaro, Don Giovanni y La flauta mágica. Pero su prematura muerte truncó otras muchas posibilidades.

A principios del siglo XIX, en Italia Rossini, Bellini, Donizetti y muchos otros desarrollaron las óperas del «Bel canto», con un estilo típicamente florido e intrincado, requiriendo suprema agilidad y control del tono. Representativas de este estilo operístico son El barbero de Sevilla, Guillermo Tell, La Italiana en Argel (Rossini), Norma, I puritani, La Sonnambula (Bellini), L’elisir d’amore, La favorita, Lucia di Lammermoor (Donizetti).

Aunque el gran crecimiento en sofisticación de la ópera italiana del siglo XIX lo significa Verdi, uno de los más grandes compositores de ópera, autor de páginas musicales inolvidables, de personajes que ya forman parte ineludible de nuestra cultura, con títulos imperecederos: Nabucco, Rigoletto, Il trovatore, La traviata, Don Carlo, Otello, Aida, Falstaff

Posteriormente apareció en Italia el melodrama sentimental realista del «verismo», introducido por Mascagni con su Cavalleria Rusticana y Leoncavallo con Pagliacci, que utilizando argumentos con inclusión de personajes humildes, se complacen en la violencia cruda en escena y describe la acción y los estados de ánimo en una música de sombríos sentimientos. Pero la ópera verista no duró mucho más de una década; la moda fue corta y sin trascendencia. 

Aunque el estilo continúa presente en los escenarios de ópera mundiales con obras que encuentran lírica y firmeza de trazo teatral en Puccini, único músico capaz de dar sentido a esa época breve de la ópera italiana. Las óperas de Giacomo Puccini, que es un melodista extraordinario, dan al verismo modernidad escénica, y por su sagaz entendimiento de la sensibilidad del público, se asegura el triunfo con una intuición extraordinaria repleta de emotiva espontaneidad. Bohème, Madame Butterfly, Manon Lescaut, Tosca, La Fanciulla del West, Il Trittico, Turandot, son ejemplo del genio musical de Puccini, que llena los teatros de ópera de todo el mundo.

Y aún se podría hablar mucho más de la ópera en Alemania, en Francia, en Rusia, en España… Pues la ópera es una de las manifestaciones más sobresalientes de la cultura y, cuando se difunde adecuada y asequiblemente, su éxito está asegurado.