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Luis Segovia

Nacionalismo con humor británico

Union Jack flag flies above a Unionist mural in Larne

El fino humorismo inglés con sus grandes representantes de Bernard Shaw y Oscar Wilde tiene su continuación en el arte cinematográfico. Un tema tratado, por ejemplo, es el del nacionalismo en la película Pasaporte a Pimlico, nominada al Oscar en 1949, dirigida por Henry Cornelius (el de la divertida comedia Genoveva) y escrita por T. E. B. Clarke. En un pequeño barrio en las afueras de Londres, se descubre un gran tesoro de oro y joyas, así como unos documentos que debidamente estudiados señalan que una carta real de Eduardo IV cedió una casa y sus propiedades anejas a Carlos VII, el último duque de Borgoña, cuando allí se refugió. Así que los habitantes del barrio deciden apropiarse y repartirse el tesoro ya que son los únicos propietarios. Aparece un inspector de hacienda diciendo que todo lo encontrado corresponde al tesoro de la corona británica. Se sublevan los ciudadanos de Borgoña y declaran la independencia y no reconocen a las autoridades inglesas. Acto seguido se proclama la libertad de precios, se suprime los racionamientos que imponía la posguerra, y las calles se llenan de vendedores con productos importados donde acuden de todos los lugares para comprar libremente cuanto quieran. Hemos elegido la libertad, gritan, es la libertad, es el estilo de Borgoña, a lo Borgoña. ¿les recuerda algo eso a los madrileños?

La dueña de la tienda de la plaza central protesta ya que pierde su clientela. El bar está completamente abierto sin horarios para los bebedores, y cuando un guardia les llama la atención y les pide la documentación todos rompen su documento inglés y se declaran en rebeldía no reconociendo su autoridad. El alcalde del barrio es partidario de la ley y el orden y se pone en comunicación con el ministro del interior para que mande refuerzos de guardias, éste le responde que es un problema que rebasa su jurisdicción y le pasa el marrón al ministro de asuntos exteriores. En esto llega un elegante joven francés diciendo que es el heredero del ducado de Borgoña y como tal debe presidir esta mínima nación. Lo primero que hace es conquistar a la más guapa del barrio, con la correspondiente protesta de su pretendiente, diciendo que vaya gracia del ducado de Borgoña. Y cuando acuden los ministros del interior y exterior para pactar, los del barrio deciden que no hay pacto posible. Ante lo cual el gobierno central establece un control fronterizo y sólo pueden pasar los que tengan pasaporte del barrio, impidiendo la entrada de cualquier alimento o servicio. Reacciona el barrio indignado y corta el paso por la estación del metro. Recordando el puente aéreo de Berlín cuando fue aislado por los comunistas, los habitantes de Londres simpatizando con los independentistas, les tiran paquetes de alimentos a través de la verja fronteriza. El pueblo está dividido sobre sí hay que pactar o no, o si se establece una mesa de diálogo. El final no lo cuento para que veáis la película, que es de un humor extraordinario, es como si Berlanga hiciera una película sobre el separatismo catalán.

El nacionalismo separatista tiene una base económica y otra de un ideal identitario de separación entre el nosotros y ellos. Los catalanes porque son más ricos que los demás y no están dispuestos a compartir. Los vascos por ser raza superior con su RH negativo. Los flamencos belgas porque son más trabajadores que los afrancesados valones que son unos vagos. Los escoceses por qué no pueden ver a los ingleses que les han invadido varias veces su castillo de Edimburgo, aunque tenga siete puertas, y porque han encontrado petróleo en sus aguas territoriales. Todo ello es susceptible de tomárselo con humor como han hecho los ingleses, aunque el nacionalismo puede tener derivadas muy conflictivas y peligrosas.

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