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Pedro de Silva

Vecinos maravillosos

Discusión entre vecinos por una derrama.

El canto de un petirrojo vecino desde su árbol se ha vuelto habitual por la mañana y al anochecer. Digo vecino, y no vecina, pues he visto a los dos en primavera y verano, pero al parecer es el macho el que luego se queda guardando la casa, mientras ella se va a pasar el invierno a un lugar próximo. El canto de otro vecino, el mirlo, que empieza en invierno y está hecho de variantes muy sutiles de una breve melodía, tiene la magia de la repetición personalizada, y el del petirrojo, que parece más ambicioso, el de la variación melódica de largo aliento. Digamos que el primero recuerda con machacona elegancia lo que hay y el segundo lo que podría haber, por lo que uno con otro, dan una versión completa de la existencia. Para cantar se perchan de un lugar alto buscando mayor audiencia para su ego. Hoy he oído cantar a los dos (o solo lo imaginé, pues no es todavía el tiempo del mirlo).

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