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Joaquín Rábago

El desafío polaco

Banderas de Polonia y la UE durante una protesta por la disputa entre Varsovia y Bruselas.

La Unión Europea hace frente en Polonia a un doble desafío: al que representa la negativa de su Gobierno a aceptar la primacía del derecho europeo se suma el juego siniestro del dictador bielorruso en la frontera polaca, que es también frontera exterior de la UE.

Como señalaba esta semana un diario alemán, no es fortuito el hecho de que Alexandr Lukaschenko haya elegido a Polonia, y no las Repúblicas bálticas vecinas- Letonia o Lituania- para sus objetivos desestabilizadores de la Unión Europea.

Lukashenko, al igual que su mentor, el presidente ruso Vladimir Putin, sabe perfectamente que, actuando en la frontera polaca, en la frontera polaca puede agudizar las tensiones de ese país con Bruselas por su política inmigratoria.

El trato dado por las Fuerzas Armadas polacas a los que tratan desesperados de entrar en territorio de la UE es una vergüenza para la llamada “Europa de los valores”. Y eso es lo que parece buscar taimadamente Lukashenko.

Ante lo que sucede en esa frontera exterior de la UE, Bruselas no ha querido ni podido mirar para otro lado como ha ocurrido por desgracia otras veces con los migrantes que intentan llegar a suelo europeo desde la orilla sur del Mediterráneo.

Y ha decidido así cerrar filas con el Gobierno polaco, olvidando, aunque sea de momento, el grave conflicto existente en torno al control por Varsovia de sus jueces.

El Gobierno de Mateusz Morawiecki no parece en cualquier caso dispuesto a ceder en su pulso con la UE pese a necesitar de la ayuda de sus socios europeos en esa guerra híbrida de la que tanto Varsovia como Bruselas acusa a Bielorrusia.

Tras dictaminar que los tratados de la UE contradicen en algunos puntos la Constitución polaca y que esta es la que manda en cualquier caso, su Tribunal Constitucional examinará próximamente si sucede lo mismo con la Convención Europea de Derechos Humanos.

Mientras tanto, la decisión del Gobierno de Minsk de llevar hasta la frontera polaca a miles de migrantes llegados a Bielorrusia gracias a una política laxa de visados para exponerlos allí a la intemperie y a la violencia del Ejército polaco es un claro desafío a la propia UE.

Ésta no puede hacer ahora otra cosa que prestar apoyo en esta situación difícil al Gobierno de Morawiecki aunque considere en el fondo que Varsovia no se ha hecho precisamente merecedora de la solidaridad de sus socios.

Pero hay algo que debe evitar en cualquier caso Bruselas y es hacerse cómplice de la lógica del actual ese Gobierno cuando defiende su frontera con Bielorrusia “manu militari” sin que le preocupen las terribles consecuencias humanitarias. Solidaridad, sí, pero con condiciones.

Por muchos aspavientos que hagan continuamente, ni al primer ministro, Morawiecki ni a Jaroslaw Kaczyinski, líder del partido gobernante, Libertad y Justicia, les interesa romper con la UE.

Su objetivo, explica, la conocida cineasta polaca Agnieszka Holland al semanario italiano “L´Espresso”, no es abandonar la UE, sino transformarla desde dentro.

En ello coincide con Adam Michnik, director del diario polaco Gazeta Wyborcza: “Mienten, dice, nuestros gobernantes cuando amenazan con un Polexit; son auténticos Pinochos a los que les crece cada vez más la nariz. A lo que aspiran es a un tipo de Estado como la Hungría de Víctor Orbán o la Rusia de Putin”. Y esto es algo que no debe aceptar Bruselas.

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