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Antonio Sempere

La autovía asesina

Accidente con incendio y dos heridos graves en el túnel de Villena: así ha sido el simulacro en la autovía A-31

Al principio le tenía respeto. Ahora siento verdadero pánico ante la autovía AlicanteVillena, cuyo grado de siniestralidad sobrepasa lo tolerable. Cuando la construyeron, se limitaron a desdoblar la que era carretera nacional de siempre. La reforma lleva esperando demasiadas décadas. Pero dado su grado de saturación habría que poner manos a la obra sin esperar un minuto más. 

Para mí, entrar en ella es como hacerlo en una ruleta rusa, en la que nunca sabes si te va a tocar a ti. Adentrarte en una pista que no reúne las mínimas garantías por la que circulan cada día 7.000 camiones me parece, con perdón para todos los que la utilizan, kamikaze. 

De ahí que, desde 1997, año que abandoné el vehículo privado para siempre y me pasé al transporte público, haya evitado en lo posible cualquier invitación que supusiera el desplazamiento por carretera. 

De todos es sabido que los horarios de los trenes de regreso a la capital desde Villena y Elda-Petrer, que cuentan con estaciones en esta ruta, no permiten volver a Alicante más allá de las ocho de la tarde. Lo que me ha hecho perderme numerosos conciertos, conferencias, presentaciones de libros de amigos a las que no tenía más remedio que desplazarme por la carretera, como mínimo en el viaje de vuelta. 

Por supuesto que sé que puedo morir del modo menos pensado. Que debo apear mis miedos y vivir con más naturalidad. Pero las fobias, y la que tengo a la autovía de Madrid en el tramo que llega al pueblo en el que nací es una de ellas, es de las que me cuesta superar. Imaginarme tullido me supera. 

De ahí que el tren signifique tanto para mí, y las mejoras del servicio ferroviario urjan tanto.

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