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Fernando Ull

El ojo crítico

Fernando Ull Barbat

Vida de un flâneur

Javier Reverte. porVirginiaGuzman

Hubo un tiempo en mi lejana juventud en el que tomé la costumbre de elegir un país y perderme en él durante varias semanas sin itinerario pensado de antemano. Sentía que la vida que realmente quería vivir estaba siempre en otro sitio, en cualquier otro lado, así que todo lo que tenía que hacer era meter en mi bolsa de viaje algo de ropa, mi cuaderno de notas, mi cámara y un libro que poder leer mientras esperaba coger el próximo tren o autobús en algún pueblo perdido en mitad de la nada. Lo que más me gustaba era esa sensación de libertad de estar a miles de kilómetros, de levantarme cada mañana, echar a andar por la calle e ir decidiendo según caminaba qué hacer ese día más allá de las habituales visitas a los museos locales. Esta idea del vagabundeo lo expresó de manera brillante Javier Reverte en el libro que terminó de escribir poco antes de morir hace ya casi un año: “casi me euforiza hallarme en un lugar en el que no conozco a nadie, en el que ignoro la lengua de sus habitantes, no sé dónde voy a dormir esa noche y carezco de billete de vuelta”. Me refiero a Queridos Camaradas.

Escrito entre los años 2005 y 2020, supone un regalo para los miles de lectores fieles que durante décadas hemos leído sus libros de viajes, sus reportajes periodísticos o visto los programas de televisión en los que intervenía. Detrás de los libros de Javier Reverte, de los personajes de sus novelas y de las personas con las que compartía una parte del camino en sus viajes, tuve siempre la impresión de que Reverte tenía pendiente de contar su propia historia. Alguien como él, que había sido testigo de tantas tragedias, que había pasado gran parte de su vida en una dictadura cruel y miserable, que había sido protagonista de los años dorados del periodismo español y de la Transición española, era en sí mismo otro libro por contar. En cierta forma ya lo había llevado a la práctica en el año 2006 con La aventura de viajar, para mí uno de sus mejores libros, en el que Reverte contaba el backstage, por así decirlo, de muchos de los reportajes que hizo siendo periodista del diario Pueblo y más tarde freelance para otro periódicos y RTVE.

La diferencia es que Queridos Camaradas lleva como subtítulo una vida, como si con ello hubiese pretendido Reverte convertirlo en la despedida de sus lectores. Si en La aventura de viajar el tono fue el de un veterano periodista que cuenta los entresijos del oficio y los pasos que dio para su consagración definitiva como escritor de viajes a partir de su trilogía africana, en este último libro publicado ahora rememora su infancia, su juventud y a sus familiares con el deseo, creo yo, de que no pasasen al olvido una vez desapareciese él. Para Reverte Madrid fue durante los años del primer franquismo un lugar frío en el que la pobreza se hallaba muy extendida entre sus habitantes, en cuyos arrabales todavía podía encontrarse trincheras, calaveras en cementerios abandonados y a traperos tratando de ganarse la vida. Ahora que se ha puesto de moda entre los aduladores del franquismo recordar la dictadura como poco menos que una democracia orgánica en la que se podía vivir bien si no te metías en política (ahí está el ejemplo del infantil y bobalicón libro de Andrés Trapiello Madrid) Javier Reverte recuerda que la violencia siguió anclada en la sociedad española durante décadas. Esa misma violencia que el bando golpista instauró en los territorios que conquistó durante la Guerra Civil y que ejerció hasta que la democracia regresó a España: violencia en los colegios religiosos, violencia sobre la mujer, violencia en las calles, violencia de la policía.

Después de terminar sus estudios en la Escuela de Periodismo de Madrid, Javier Reverte ingresó en el diario Pueblo, periódico falangista del régimen dirigido por Emilio Romero, en el que estuvo hasta 1983 y del que fue corresponsal en Londres, París y Roma. La descripción que hace del ambiente que había en la redacción y del comportamiento de rostros conocidos del periodismo de las últimas décadas es para leerla dos veces.

Cuando empecé a viajar, hace casi treinta años, no sabía bien cómo enfocar mis viajes. En mi juventud la gente que conocía sólo quería ir a Amsterdam o a Londres. Sin embargo, yo ansiaba ir a los lugares que se describían en mis libros favoritos. Y a cómo afrontar esos viajes me ayudaron lecturas como Crónicas berlinesas de Joseph Roth o Madrid de Corpus Barga, Bruce Chatwin, Conrad o Paul Bowles, pero sobre todo, los excelentes reportajes y libros de Javier Reverte, mezcla de erudición, anécdotas, reflexiones y conversaciones. Queridos Camaradas es, sobre todo, una despedida de la vida. En sus últimas páginas dice Javier Reverte: “percibes que no has sido alguien importante porque nadie lo es. Todo lo que te resta es una leve nostalgia de la infancia, cuando la muerte no existía o solo era cosa de viejos. El olvido se arroja sobre nosotros”.

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