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Tomás Mayoral

Alicante: sentido (común) y sensibilidad

La cosecha no se ha recogido porque no tiene salida: árboles cargados y fruta por los suelos en una finca de Torremendo.

El último barómetro de la Generalitat revela un sentido y sensibilidad de la sociedad de la provincia que sorprende. En primer lugar, resulta muy llamativo que los ciudadanos de Alicante den un apoyo tan mayoritario a la configuración del estado de las autonomías, casi la mitad de los encuestados, y que este apoyo esté por encima del de Valencia. Esta tendencia se consolida porque en relación a datos del CIS de 2015 y 2019 han crecido los que están a favor de esta organización territorial. No siendo históricamente, como lo es de hecho, la provincia más beneficiada por la Comunidad autónoma donde se enclava, Alicante cree en el sistema aunque el sistema no le favorezca. Esto coincide con la elevada opinión que los ciudadanos de la provincia tienen sobre la gestión del Consell durante la pandemia, muy por encima de la media autonómica y con solo un 28% que cree que esa gestión ha sido mala, seis puntos menos que la media de la Comunidad. Este "orgullo" por el alto sentido cívico de la actuación ciudadana durante la crisis sanitaria es, atentos, un 16% superior en la provincia, y lo comparten un 51,4% de los encuestados. Somos muy realistas con respecto a la situación económica, con seis de cada diez alicantinos consideran que la coyuntura económica es mala, pero aquí el nivel de preocupación es seis puntos superior al de la comunidad. Pero no nos dejamos vencer por el pesimismo, muy al contario: a un año vista el 45,4% creen que mejorará y solo un 16,9% que empeorará. Nota al margen merece la situación en Vega Baja, donde ese optimismo cae casi 15 puntos, un dato a tener muy en cuenta. Todos estos índices del Barómetro, que ayer presentó Ana Berenguer, la directora de Análisis y Políticas Públicas, en Alicante, dibujan un panorama de sociedad madura, realista, preocupada pero no hundida que debería hacernos reflexionar. Tal vez no seamos "tanto" como a veces pensamos que somos. 

Salir a buscar mercados porque el más cercano, que deberías considerar como tuyo, está invadido por un producto que compite deslealmente y que contiene sustancias por las que tu producto sería rechazado es una increíble situación, pero real, que están sufriendo los productores de cítricos en Alicante. Un volumen de 60.000 toneladas de limones, naranjas y mandarinas buscan destino al estar copado el mercado de la UE con cítricos procedentes de Sudáfrica, Egipto, Turquía e incluso Argentina. Mucha huella de carbono y muchas exigencias medioambientales pero la Unión Europea se carga sus propios principios a la mínima de cambio. Los agricultores, un poco a la desesperada, buscan en Estados Unidos, Canadá o Rusia salida para sus productos. La otra opción es esperar, qué triste, a que los cultivos de esos países se agoten. Y que Europa cumpla con esos protocolos tan exigentes para las importaciones que luego se convierten en papel mojado. 

Y una cosa más: No, no había acabado. La realidad de esta pandemia es un espejismo dentro de un túnel que cuando ya parece se está viendo el final, la luz vuelve a alejarse. La nueva variante sudafricana del virus, ómicron, peligrosísima según la OMS, nos ha devuelto a la casilla de salida. Impresionante el batacazo que ayer se dieron las empresas relacionadas con el turismo en los mercados, con pérdidas de un 11% de su valor: más de 6.815 millones de euros. El endurecimiento de las restricciones en toda Europa se da ya por descontado. El cuento de nunca acabar.

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