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Carlos Gómez Gil

Una ordenanza condenada al fracaso

Mendicidad

La ordenanza contra la mendicidad del equipo de Gobierno municipal del PP y Ciudadanos en Alicante, bajo la exigencia de Vox, está condenada irremediablemente al fracaso. Repito, sentenciada absolutamente al mayor de los fracasos. Y no porque sea el mismo texto vergonzoso que hace un año se retiró contando con el informe negativo de la Concejalía de Igualdad y, lo que es más importante, con el absoluto rechazo de la oposición municipal, de organizaciones sociales, instituciones y especialistas. Ni siquiera, aunque en posteriores trámites se lleguen a incorporar las alegaciones puramente maquilladoras que ha anunciado Ciudadanos, para salvar la cara ante un reglamento que les incomoda, de espaldas a la realidad que viven las personas vulnerables en las calles de la ciudad. Y tampoco por añadir más o menos propuestas del Reglamento que la FEMP tiene sobre la misma materia, como se afirma.

La razón de la inviabilidad de esta ordenanza se debe a algo mucho más comprensible y, al mismo tiempo, incuestionable como es el proceso de descomposición al que ha llevado el Partido Popular a las políticas sociales en esta ciudad, reducidas a la mínima expresión, debilitadas al máximo y al borde de un permanente colapso. En Alicante, los Servicios Sociales municipales son incapaces de dar respuestas ágiles y efectivas a las demandas básicas de muchos de sus ciudadanos en situación de extrema pobreza, con listas de espera interminables, con equipos sociales desmotivados que en muchos centros sociales apenas son capaces de atender los numerosos casos urgentes que llegan a diario.

Por si todo ello fuera poco, las políticas sociales municipales en Alicante son incapaces de comprender e intervenir sobre las numerosas situaciones de pobreza estructural que avanzan rápidamente en la ciudad con la pandemia, sin impulsar elementos de renovación ante nuevos problemas de enorme complejidad que están apareciendo con fuerza, generando más pobreza, más desigualdad y más exclusión social. ¿Qué tranquilidad pueden tener las personas que sufren en Alicante cuando la concejala responsable del área declara, ufana y satisfecha: “Acción Social garantiza el servicio”, como un gran logro, tal y como recogió hace pocos días este diario?

Es cierto que resulta una provocación tramitar la misma norma represiva, punitiva y que rezuma rechazo por todos lados hacia las muchas personas que están en la calle y que acaban en ella por motivos muy distintos y contrapuestos que hace un año se retiró. Porque el motivo, la verdadera finalidad de esta lamentable ordenanza municipal es pura y simplemente alimentar el programa publicitario ultraderechista de Vox para obtener, a cambio, el apoyo político de este grupo en la acción de Gobierno del PP y Ciudadanos ante los Presupuestos que se avecinan. Y es que, en el fondo, para la derecha que gobierna el Ayuntamiento de Alicante, lo que pase con las personas más vulnerables es lo que menos importa, por mucho que el partido naranja anuncie enmiendas que en un año ni siquiera ha sido capaz de impulsar en plazo y forma, dando medida de lo que políticamente son.

Pero, el cálculo político cortoplacista que hace el alcalde, Luis Barcala, con esta malograda ordenanza choca, además, con otra realidad que le va a poner de frente ante este anunciado fracaso, en forma del impacto negativo que va a tener también sobre la ciudad, sobre el centro y los barrios tradicionales, donde cada vez más personas malviven en sus calles, y que son cada vez más numerosas. Es muy sencillo: el deterioro social va de la mano de un deterioro urbano que se retroalimentan. Y aquí, me temo que los hechos son tozudos, a la luz de lo que el propio Ayuntamiento ha hecho en otras ocasiones, aunque los olvidemos con rapidez.

En el año 2013, el equipo de Gobierno del Partido Popular en el Ayuntamiento de Alicante comunicó por sorpresa la inmediata reforma de la plaza del Doctor Balmis, para la que se destinarían 100.000 euros. El anuncio de la obra sorprendió, ya que era uno de los entornos más hermosos, mejor conservados y con mayor personalidad de un centro tradicional enormemente degradado, rodeado de calles con edificios apuntalados y al borde del derrumbe, antiguas whiskerías y clubes de alterne cerrados, locales abandonados y malolientes. Por el contrario, la plaza del Doctor Balmis mantenía un particular atractivo, con árboles frondosos y una enorme bancada perimetral de estilo modernista y azulejos coloridos que recordaba la obra de Gaudí, en un estado excepcionalmente bueno. Pero desde el Partido Popular se insistía en justificar la innecesaria reforma en que la transformación de la plaza permitiría “regenerar” el espacio, para eliminar a las mujeres prostituidas que habitualmente deambulaban por allí. Por supuesto, el concepto de regeneración de la plaza a través de la obra que expulsaría a las mujeres prostituidas, sin ningún tipo de intervención o actuación alternativa, evidenciaba, bien a las claras, la naturaleza de un gasto tan innecesario.

Hoy en día Alicante tiene una plaza mucho más fea y anodina, rodeada de calles degradadas, donde las mujeres prostituidas siguen deambulando por allí, como siempre han hecho, porque nunca ha habido intervención ni preocupación de ningún tipo con ellas y para ellas. Más de lo mismo.

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