«A nadie en este mundo le es fácil entender a los demás». «Werther» (1774), novela del escritor alemán J. W. Goethe.

Y a tenemos al Icomos mareando de nuevo la tórtola y la perdiz, más aún de lo que estaban las pobre aves columbiformes. El organismo consultor de la Unesco en materia de patrimonio vuelve a pronunciarse sobre el asunto del Mercado Central, con otro informe en el que viene a decirles al Ayuntamiento y la Generalitat que vean si el edificio tardorracionalista debe conservarse total o parcialmente, como «fiel reflejo de la cultura desarrollista del régimen de Franco». Cuidadín con estos asuntos de la memoria histórica, que ya ven el follón político-administrativo que se ha armado con otro legado franquista, las exhumaciones de los fusilados en el Cementerio Viejo, con toda la oposición en bloque (incluido el moderado García-Ontiveros, que ya tiene que ser gordo el asunto, aunque desde fuera no alcancemos a vislumbrarlo) reclamando la cabeza y el resto del cuerpo de la edil irregularmente exhumadora, Marga Antón.

La cuestión es que Icomos les ha trasladado el embolado del mercado a los técnicos municipales y autonómicos, que ya llevan años dándole vueltas a la calificación del edificio de abastos sin ponerse de acuerdo. Además, para animar la situación, dice el organismo que hay que seguir excavando para sacar a la luz lo que queda de los baños árabes y, tal vez, alguna dependencia más, quizás la caseta del portero. Como consecuencia de ello, el concurso de ideas que supuestamente iba a convocar el equipo de gobierno, según anunció a bombo, platillo y corneta el alcalde, Carlos González, ya no dejará a los concurrentes la opción de derribar el edificio. Se transmutan así los planes municipales y queda descartada la posibilidad que barruntaban ya algunos arquitectos poco afectos al legado patrimonial del Régimen, de lanzarse a saco a trabajar sobre el espacio diáfano en forma de L de las plazas de las Flores y de la Fruita. Otra vez será.

Por si fuera poco, Icomos (cuyo ambiguo informe sobre la afección del proyectado aparcamiento subterráneo fue el arma decisiva del bipartito para rescindir el contrato del nuevo mercado) aconseja incluir el decrépito edificio municipal, total o parcialmente, en el nuevo catálogo de elementos arquitectónicos protegidos. Los trabajos de redacción del documento apenas están iniciándose, por lo que habrá que esperar a que esté aprobado un año de estos para convocar entonces el supuesto concurso, conseguir el dinero, licitar el proyecto, adjudicarlo, empezar las obras y esperar que no se paralicen por la aparición de un nido de gafarrons en el tejado. O sea, échenle por lo menos dos o tres meses. Eso tirando por lo bajo.

Tampoco se demolerá otro elemento arquitectónico de relevancia local, que lo ha sido a causa del empeño puesto por el actual equipo de gobierno en, precisamente, su demolición: la terraza del bar del mercado provisional. Lo avala otro informe, no de Icomos (aunque no se descarta que emita el suyo también), sino de la Agencia Valenciana Antifraude. Este organismo autonómico, además de bendecir laicamente la rescisión del contrato con Aparcisa, argumenta que si se va a cambiar el Plan General para legalizar y consolidar la instalación provisional de abastos en plena zona verde, que se legalice de paso la terraza, y donde dije infracción urbanística y ocupación ilegal, ahora digo xè que agust. Eso sí que es una transmutación transaccional en toda regla. El interés general por encima de todo, vino a decir el alcalde mientras se tomaba un acuarius sentado, por fin, en la hasta ahora proscrita terraza.

Y siguiendo con las transmutaciones, cuando ya parecía que teníamos apalabrada la vuelta de nuestra Dama (la de Elche, por si leen esto en Guardamar o en Baza: cada palo que aguante su vela) con el anterior ministro de la cosa cultural, José Manuel Rodríguez Uribe (JMRU), constatamos ahora la pertinaz pertinacia de su sucesor, Miquel Octavi Iceta i Llorens (MOIL) en fastidiarnos los fastos del 125 aniversario del hallazgo de nuestra Dama musitando, como quien no quiere la cosa (y no una sino dos veces), que lo de volver a su tierra el próximo año ni sabe ni contesta. Porque asegura que los museos corren peligro de desmembrarse, desgajarse e incluso desintegrarse en un proceso estocástico isotrópico si sus piezas más relevantes empiezan a salir por ahí como el que va al pueblo a visitar a los parientes. Para enredar más el asunto, hace poco el director del Museo Arqueológico Nacional (MAN), Andrés Carretero, volvía a expresar su oposición a estas correrías periféricas de sus tuteladas criaturas pétreas, mientras que la reciente dimisión de la directora general de Bellas Artes del ministerio, Lola Jiménez-Blanco, se asocia a su rechazo al regreso de obras emblemáticas del museo señero a sus lugares de origen. Pues vaya, sí que estamos bien situados.

El alcalde ha salido a calmar a los ilicitanos y las ilicitanas y ciudadanía no binaria. Tranquilos, dice, que el regreso es un objetivo irrenunciable y esto lo arregla él cuando pueda hablar con Iceta (quien, por cierto, no demuestra mucho interés en escucharle) y le pueda explicar que la salida temporal de la Dama no desmiembra el Patrimonio Nacional ni el MAN ni nada que se le parezca. Y que tampoco pone en riesgo la pieza, que en Elche somos muy cuidadosos cuando nos prestan algo, que lo devolvemos sin mácula y sin hormigas, como se demostró en 2006. Pero como ronda por ahí el senador compromisario Mulet dando la matraca con que si viene se va a quedar aquí para siempre, pues hay mosqueo en el ministerio y alrededores. Perseveremos, que quien persevera, alcanza.

La cuestión es que a la primera autoridad local se le acumulan las visitas pendientes a Madrid. No solo tiene la del ministro danzarín, sino que ahora ha anunciado también que irá a ver al presidente de Renfe. Por el asunto de los trenes del AVE: no solo no han aumentado las frecuencias con Madrid, como se anunció, sino que encima la mitad de los cuatro solitarios convoyes que tenemos en ambos sentidos pasarán por Alicante y pararán también en Villena, lo que añade media hora larga al trayecto. Para eso no nos hacía falta la alta velocidad en Matola, pensará más de uno.

Lo único bueno que tenía esta puesta en funcionamiento de la raquítica nueva línea era que por primera vez desde la llegada del ferrocarril a Elche (1884) podíamos ir a Madrid sin pasar por la capital provincial, y nos lo van a quitar vilmente y con alevosía. Vamos de mal en peor desde que Alejandro Soler consiguió, en su etapa de alcalde, el hito de que la fachada de la majestuosa estación proyectada entonces mirase hacia la ciudad y no al Hondo, antes de que se transmutase en un apeadero sin apenas trenes ni pasajeros, que igual da hacia donde mire.

Hace bien Carlos González en perseverar e ir a quejarse de este atropello ferroviario ante quien corresponda, y además, debería desplazarse a Madrid en avión, para que aprendan los de Renfe y chinchar de paso a la ministra Teresa Ribera: si se empeña en cerrarnos el trasvase, le aumentamos la huella de carbono, ¡hala! Todo son agravios y transmutaciones por doquier: no nos quieren ceder la Dama, se pasan por el forro la propuesta de ponerle su nombre a la estación de AVE (¿qué tal si lo reivindicamos para el aeropuerto; en la fachada de la terminal queda algo de hueco: «Aeropuerto Alicante Elche Miguel Hernández Dama de Elche») y encima nos birlan la línea directa con Madrid. Por menos que esto hay quien monta una manifestación con lectura de manifiesto incluido. Ahí lo dejo.