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Fernando Ull

El ojo crítico

Fernando Ull Barbat

Sobre la mezquindad

José Luis Martínez-Almeida, Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado.

La negativa de los tres partidos que sustentan el actual gobierno municipal madrileño presidido por José Luis Martínez-Almeida, me refiero al Partido Popular, Ciudadanos y la ultraderecha VOX, a nombrar a la escritora Almudena Grandes, fallecida hace unos días a la edad de 61 años, hija predilecta de la ciudad de Madrid, responde al gran cinismo y sectarismo en el que está instalada la derecha española. Es difícil encontrar una escritora que se identifique más con la ciudad en la que ha vivido o que esté más representada en casi todas sus obras, todas ellas de gran éxito comercial. Y a pesar de ello, el hecho de que Grandes fuera feminista, partidaria de la reivindicación de la memoria de los que lucharon por la libertad en cualquier periodo de la historia de España y, en general, que señalase los peligros del regreso de la extrema derecha a España así como de los planes ultraliberales para malvender el Estado español, ha sido motivo suficiente para que ni el alcalde Almeida ni la presidenta Ayuso no sólo no hayan tenido el más mínimo detalle hacia la escritora fallecida ni su familia si no que el día de su entierro quisieron escenificar de manera clara y rotunda que tenían otras cosas más interesantes que hacer que en el caso del alcalde de Madrid fue dar saltitos de piedra en piedra vadeando un río artificial en un parque que inauguraba ese mismo día y en el caso de Díaz Ayuso inaugurar un belén.

España tiene un problema con la derecha política. Mientras que en otros países cercanos pertenecientes a la Unión Europea existen partidos conservadores que de manera muy clara se auto diferencian de la extrema derecha, como es el caso de Francia o Alemania, en España la derecha no ha sabido ni ha querido separarse de la extrema derecha. Poco a poco el Partido Popular ha ido haciendo suyos en forma de tics ultras todas las ideas xenófobas, machistas y clasistas que VOX desgrana a los cuatro vientos en cuanto puede. La debilidad de Pablo Casado y su falta de autoridad en el partido ha hecho que cualquiera actúe como le viene en gana. Convertida la Comunidad de Madrid en una sucursal del trumpismo en España, ahora se une la propia ciudad de Madrid con un alcalde melifluo incapaz de diferenciarse de VOX. La declaración de la derecha negando la condición de hija predilecta a Grandes responde a ese sentimiento de culpa del que no acaba de desprenderse. No es solo que se considere heredera de España, como si sólo ella pudiera gobernarla, si no que además no quiere que se hable del pasado ni que nadie lo recuerde. Y en ese silencio que pretende imponer en la historia reciente de España se encuentran buena parte de los males de la política actual. Todo aparece tensionado por culpa de no querer asumir el pasado reciente.

Aunque más que el silencio de la derecha tengo que reconocer que lo que más me ha sorprendido ha sido el silencio de una buena parte de los escritores de Madrid. Fruto de ese radicalismo en que está cayendo el Partido Popular en Madrid, donde si no eres el más ultraliberal entre los ultraliberales te conviertes de inmediato en sospechoso de ser un blando con la izquierda y por tanto a un paso de ser un bilduetarra chavista, la muerte de Almudena Grandes ha generado un clamoroso silencio en buena parte de la cultura madrileña, esa que lleva largos años recibiendo premios y encargos de conferencias bien pagadas por parte de las instituciones madrileñas, ante el temor a ser señalado por lamentar la muerte de Almudena Grandes. Escritores como Andrés Trapiello, Félix de Azúa o Sergio del Molino, que aspiran a convertirse en los referentes intelectuales de la derecha política y mediática española, han sido incapaces de tener el más mínimo miramiento hacia la compañera fallecida incluso a pesar de conocerla desde hace décadas. Cuando Trapiello no era nadie en la literatura y Almudena Grandes ya era muy conocida por su primera novela, Las edades de Lulú, ella presentó y elogió uno de sus primeros libros (La malandanza, 1996). Ahora Trapiello permanece en silencio. Sólo así en el silencio se obtienen premios como la medalla de oro de la ciudad de Madrid, que le fue concedida hace unos meses. Si me la hubiesen dado a mí, y una vez visto la actitud con Almudena Grandes, la devolvería de inmediato.

Lo que molestaba de Almudena Grandes a la derecha es que dio voz a los olvidados de la dictadura franquista. Esas decenas de miles de personas que fueron perseguidas durante la dictadura por el hecho de haber defendido unas ideas y no querer plegarse a la sociedad vil y miserable que el franquismo puso en marcha en cuanto ganó la guerra. Durante la dictadura siguió latente el espíritu de la República, sus ideas de justicia social, la importancia de la mujer en la sociedad, el desarrollo de la cultura, un espíritu que tomó forma en la Transición y en la Constitución Española. Y a aquellas personas recordaba Almudena Grandes en sus novelas.

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