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Enrique Benítez

Unicef, tecnologías y adolescencia

Archivo - Jóvenes utilizando sus teléfonos móviles

Hace un mes, Unicef España presentó un sólido informe, elaborado en alianza con la Universidad de Santiago de Compostela y el Consejo General de Colegios Profesionales de Ingeniería Informática. Aborda cinco grandes áreas sobre el uso adolescente de las llamadas TRIC (Tecnologías para la Relación, la Información y la Comunicación): conocer los hábitos de uso y las prácticas de riesgo; analizar las motivaciones y expectativas asociadas al uso de las TRIC; analizar la supervisión que ejercen los progenitores; estimar tasas posibles de adicción o uso problemático, y por último evaluar el impacto en los adolescentes de un uso intensivo o desadaptativo.

El marco de referencia clásico sobre los riesgos de la vida online para los niños lo han actualizado este mismo año dos profesoras de la LSE, Sonia Livingstone y Mariya Stoilova. En su clasificación hablan del modelo de las 4Cs: a los riesgos derivados del acceso a Contenidos inapropiados (pornografía, violencia), del Contacto con adultos y con depredadores sexuales (grooming, sexting), y de las implicaciones del abuso de estas herramientas sobre la Conducta, estas investigadoras añaden el riesgo de firmar Contratos indeseados, sin información suficiente, con los proveedores de contenidos online. Intimidad, imágenes y datos personales a cambio de acceso. Es importante que se sepa.

Y lo es, sobre todo, a la luz de las conclusiones del informe de Unicef. El 95% de los estudiantes de la ESO tiene dispositivo móvil, siendo la edad media de acceso de 11 años. Entre los problemas detectados, destacan los siguientes: acceso sin barreras a contenidos pornográficos, más de 70.000 adolescentes ya hacen apuestas online, contacto habitual con adultos (y recepción de propuestas sexuales), concertación de citas con desconocidos, uso generalizado de videojuegos no aptos para las edades estudiadas, detección de más de 600.000 estudiantes que hacen un uso intensivo y desadaptativo de sus móviles. Todo esto gracias a la escasa o nula supervisión de miles de padres y madres, que de manera masiva y entusiasta han delegado en internet y sus profundidades la educación que deberían estar proporcionando a sus atareados hijos e hijas.

Más de 200 científicos acaban de pedir a Facebook que investigue a fondo los efectos que tienen sus principales aplicaciones sobre la salud mental de los adolescentes. Quizás también habría que ampliar el estudio a los papás y mamás a los que nada de esto parece importarles.

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