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Vicente Magro Servet

Otras navidades pasadas por virus

La mascarilla seguirá siendo una de las principales medidas recomendables en Navidad.

Si nos llegan a decir en Marzo de 2020 lo que íbamos a tener por delante con el tema de la pandemia, y que en el mes de Diciembre de 2021 íbamos a estar cerca del índice de 600 por cada 100.000 habitantes no lo hubiéramos creído. En absoluto. Y, además, sin visos de adivinar cuando todo esto puede mejorar, porque la realidad es que la previsión de los científicos es que el coronavirus no se irá y que irá mutando. De locura y de auténtica ciencia ficción.

Porque la verdad es que muchos ciudadanos consideran que lo que está pasando es más propio de una película de ciencia ficción que de una realidad que estamos pasando. ¿Cuántas veces hemos visto películas de estas características con un mal que asola el mundo y dos protagonistas ejercen de héroes para salvar el mundo? Infinidad de veces. El problema es que aquí todavía estamos buscando a los héroes que arreglen esto. Y mejor antes que después.

Hace dos meses, con unas incidencias bajas ya empezamos a vislumbrar que con unos índices de 50/100.000 parecía que el fin estaba cerca, o, al menos, una normalidad cercana. La gente ya pensaba que llegaba una vida sin mascarillas y si restricciones. Pues el gozo en un pozo y un auténtico mazazo psicológico esta situación actual. Así, el aviso de una Europa donde empezaban a subir las cifras nos puso sobre el aviso de que la sexta ola estaba cerca. La ventaja, de todos modos, es que la gravedad de los efectos de estos contagios no es tan grave como la de otras olas precedentes y que la previsible incidencia de 1.000/100.000 que se prevé hacia el mes de Enero no será tan grave como las anteriores. Pero, en cualquier caso, volvemos a cifras espectaculares que harán padecer a la red sanitaria y ponerla al límite de nuevo. Los sanitarios, como siempre, los que nos van a salvar de nuevo de todo esto.

En este estado de cosas, lo importante y necesario es asumir lo que hay y no relajarse, porque la relajación sirve para ayudar al virus. No se trata de obsesionarse, pero sí acostumbrarnos a adoptar medidas de precaución ante un enemigo que se revuelve cuando ve peligrar su presencia y muta para seguir haciendo daño, aunque el efecto de la importante vacunación demuestra que se van reduciendo los efectos brutales de las olas. Y está claro que los científicos, en los que hay que seguir confiando, porque son los que tienen la llave de la solución de este y otros muchos problemas que va a tener el mundo, encontrarán una respuesta a modo de vacuna universal que pueda hacer frente a las sucesivas mutaciones del virus.

La cuestión es que mientras tanto hay que seguir viviendo, trabajando, disfrutando del milagro de la vida y actuar con prudencia y cuidado. Porque el contagio viene al mínimo amago de relajamiento y confianza en que “a mí no me pasará”, o “como estoy vacunado yo no me infecto”. Cierto es que las últimas variantes incrementan el número de asintomáticos, lo que hace más peligroso a estas mutaciones, ya que además de los contagios objetivables diarios hay muchos contagiados que no lo saben ni ellos ni el sistema de control estadístico de contagiados, lo que puede asustar un poco si sabemos que la realidad de las cifras que se nos dan distará mucho de la que es si sumamos un 40% más de asintomáticos que no se hacen la prueba de antígenos o PCR porque no demuestran síntoma alguno, pero que van a comidas y cenas donde se quitan las mascarillas delante de otros a los que van a contagiar. En fin. Un drama que al final a quien afecta, como siempre, es la hostelería que es la más afectada por todo esto y a la que todos tenemos que ayudar de la forma que podamos.

En definitiva, que nos encontramos con otras Navidades pasadas por virus, con unas fechas señaladas donde hasta hace dos años las familias se reunían y las empresas de hostelería agotaban sus entradas para celebrar estos días. Sin embargo, por segunda vez consecutiva nos vemos abocados a volver a vivir un Deja vu que nos asusta por la incertidumbre de no saber a dónde nos va a llevar todo esto. Nuestra confianza está en la ciencia y en las decisiones correctas, así como en la buena voluntad, sentido común y solidaridad de todos. A ver si sumando todos estos factores podemos tener unas Navidades en 2022 como deben ser. Esperanza no debe faltar y más en unas fiestas como estas. Al final ganaremos. Seguro.

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