De «traición» del PSPV-PSOE. Sin más. Así calificaba el presidente de la patronal Hosbec, Toni Mayor, el pacto alcanzado por el Botànic para presentar de aquí a marzo una proposición de ley que dé cobertura a la tasa turística para 2023. Traición del PSPV-PSOE, que no del secretario autonómico del Turismo, Francesc Colomer, que es el único a quienes los hoteleros salvan de la quema.
Sin embargo, esa traición también tiene -como toda traición- mucho de hipocresía, con consecuencias políticas y económicas. De un lado, los socialistas, que, con el jefe del Consell, Ximo Puig, venían defendiendo por activa y por pasiva que en un contexto de crisis sanitaria no era el momento de implantar un impuesto a las pernoctaciones, acaban cediendo. Todo cuando en las Cortes eran más los que estaban en contra que a favor de la dichosa tasa, y, encima, a través de un pacto en el que ganan todas las siglas con representación en las Cortes salvo los propios socialistas, que trasladan una imagen de excesiva debilidad a las puertas de otro nuevo ciclo electoral.
De otro lado, el anuncio llega en el momento más inoportuno, si es que a lo largo de los últimos 21 meses ha habido algún momento bueno: en lo peor de la sexta ola, y cuando la amenaza de nuevas restricciones cada día toma más forma. Cierto es que, en circunstancias normales, prácticamente nadie elige destino en función de si tiene que pagar o no dos euros, pero en plena pandemia, cuando las reservas se hacen de un día para otro, que el sector esté continuamente en entredicho por una tasa que en la práctica le estigmatiza sí puede tener efectos disuasorios para los turistas.
De poco servirán los planes Resistir, por muchas convocatorias que salgan, si por acción o por omisión, y cuando más apoyo necesitan los sectores, vamos y les ponemos la zancadilla. Lo de menos ahora es cuándo se acaba implantando la tasa, por más que sea voluntaria.
