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Fernando Ull

El ojo crítico

Fernando Ull Barbat

Multa turística; qué gran despropósito

Seis años de Botànic, seis años de tiras y aflojas con la tasa turística

El reciente acuerdo de los tres partidos que forman el Gobierno de la Comunidad Valenciana por el que se comprometen a iniciar un proceso que culmine en la implantación de una tasa turística para todos los visitantes extranjeros o españoles que visiten cualquier población valenciana, cabe entenderse dentro de la tradicional obstinación de la izquierda valenciana por perder el poder en cuanto pueden después de largos periodos de gobierno del Partido Popular. Desconozco cual es la intención real que existe detrás de este estrambótico acuerdo. Tal vez sea por querer imitar a Barcelona o a las Islas Baleares, dos situaciones turísticas completamente distintas a la Comunidad Valenciana, como advertía hace unos días en estas mismas páginas Tomás Mayoral, director del diario INFORMACIÓN. O tal vez porque es una manera de querer dar un paso más en la construcción de esa entelequia, esa idea absurda, que la izquierda nacionalista valenciana, catalana y mallorquina llaman Países Catalanes que no sé bien lo que es ni me importa mucho saberlo porque la única verdad territorial que conozco es la de las comunidades autónomas recogidas en la Constitución Española, una Constitución que se consiguió a base de cientos de vidas y de años de cárcel de aquellos que lucharon por devolver la democracia a España.

La izquierda nacionalista valenciana, fiel a su idea de querer vivir al margen de las necesidades de la gran mayoría de los valencianos, lleva años haciendo proselitismo del antiturismo. Que en pleno siglo XXI haya personas que piensen que los visitantes que todos los años recibe la Comunidad Valenciana, que tienen la amabilidad de gastar su dinero en ella, dinero que se utiliza, por ejemplo, para pagar las nóminas de los responsables políticos que se han empeñado en sacar adelante la imposición de la tasa turística, que haya gente que piense, repito, que la llegada de viajeros de otros países para conocernos y vivir nuestra cultura y gastronomía supone turismo masivo (tampoco sé qué significa lo de masivo) responde a la ignorancia del que se cree que ser nacionalista es vestirse de una manera que le identifique claramente como nacionalista, pensar que los turistas vienen a acabar con nuestra cultura y nuestra forma de ser, así como pretender que su pueblo o su barrio sean el mismo de hace sesenta años, cuando lo único que había entonces en España era miseria y hambre.

Me parece muy bien que los sitios que se ponen de moda para hacerse fotografías que después se suben a las redes sociales cobren un canon por permitir que tontos de medio mundo vengan a un sitio concreto de la geografía española para poder hacerse la fotografía de moda en el lugar de moda del momento, como es el caso de algunas calas de Ibiza. También veo correcto que ciudades que se ponen de moda sin existir ninguna causa concreta que lo justifique, como es el caso de Barcelona, una ciudad que al menos para mí está sobrevalorada y plagada de delincuencia, carteristas y violencia extrema derivada de protestas callejeras, cobren un impuesto extra. Pero que se pretenda cobrar una multa al que venga de fuera de la Comunidad Valenciana simplemente por pisar la calle resulta tan ridículo que me da vergüenza ajena escribir sobre ello. Resulta lógico pensar que lo peor de esta multa al turista va a ser la repercusión que podría tener, en el caso de que llegue a hacerse realidad, en los medios de comunicación nacionales e internacionales.

Entre las varias razones que ha planteado Compromís y Unidas Podemos, en realidad escusas que se han inventado para tratar de justificar esta multa turística, está la de que con el dinero que se obtenga se ayudará a la compra de viviendas porque, como asegura una de las teorías conspiranoicas relativas al turismo en la que cree cierta izquierda, los pisos turísticos son los causantes de la subida del precio de los inmuebles. Da igual que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia haya demostrado que el hecho de que tan solo el 2% de lo pisos de ciudades como Valencia sean turísticos no influye en nada en el precio de la vivienda. Para más inri hay que recordar que durante el año 2021, un año en el que buena parte de los hoteles de la Comunidad Valenciana han permanecido cerrados por la ausencia de viajeros consecuencia de la pandemia, ha sido precisamente cuando el precio de la vivienda ha experimentado una subida de un 6,8%, algo que no se veía desde el año 2006. ¿Cómo se va a repartir ese dinero? No se sabe. Que cien personas se manifiesten en Valencia contra la construcción de un hotel o que veinte vecinos de un barrio se autodenominen Salvem el barri y se opongan al turismo no debe conllevar que a un alcalde o un Consell les entre el pánico y tomen decisiones erróneas. El PSPV, apoyando este tipo de medidas, se juega volver a la oposición. Luego vendrán los cómo ha sido posible, los no hemos explicado bien nuestra gestión etc...

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